Capítulo 7

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Mimi

Habían pasado dos días desde mi beso con Miriam y la interrupción de Raoul y Julia. La gallega y yo habíamos seguido hablando y nuestra relación había cambiado después de ese momento, y aunque tonteábamos como el primer día, evitamos hablar del beso interrumpido en todas nuestras conversaciones, como si tuviéramos miedo a la reacción de la otra.

Estaba con Ana tomando algo pero mis pensamientos estaban en Miriam y en las ganas que tenía volver a verla, y Ana me leyó al momento.

- ¿Estás pensando en Miriam, verdad?

- ¿Cómo lo sabes?

- Se te nota en la cara pero a leguas. ¿El otro día os fue bien? Al final no me contaste nada.

- Si, cenamos y luego fuimos a su casa a tomar una copa. - Respondí encogiéndome de hombros.

- ¿Sólo a tomar una copa? - Ana me miró con una expresión de duda.

- Todos igual, dios. - Reí. - Nos besamos, y cuando íbamos a ir a más llegaron Raoul y Julia y lo jodieron todo.

- ¿Y me lo cuentas tan tranquila? Mimi, tía, que os habéis liado.

- Ya, ya lo sé, Banana. Pero tengo la sensación de que se arrepiente.

- Estás loca. Miriam hace siempre las cosas pensando y analizando todo. No hace nada sin motivo, y menos cualquier cosa que tenga que ver contigo. ¿Os habéis vuelto a ver?

- No, pero tengo unas ganas...

- Dale una sorpresa. - Resolvió la canaria.

- ¿Eh?

- Vete a buscarla al colegio e invitala a comer, por ejemplo.

- ¿Sigue trabajando en el mismo cole?

- No, pero te acompaño si quieres y luego os dejo tranquilas.

- Pues vamos ya, porque antes tienes que acompañarme a otro sitio.

Esa misma mañana había firmado el contrato de alquiler de mi piso, y decidí hacerle a Miriam una comida sorpresa allí, quería que ella fuese la primera en verlo, por eso cuando llegamos al portal Ana me esperó abajo mientras yo lo preparaba todo.

Fuimos andando al colegio y nos quedamos esperando en la puerta. Ana le mandó un mensaje a Miriam diciéndole que estaba allí, pero no le dijo nada de mí. Así que cuando la rubia llegó, se quedó con la boca abierta y una sonrisa de oreja a oreja.

- ¿Pero tú qué haces aquí? - Me miró y saludó a Ana primero.

- Sorpresi. - La miré y le guiñe un ojo. Se acercó a mí y me dio un abrazo y un pico.

- Rodríguez, que estáis rodeadas de menores. - Soltó Ana de manera irónica rodando los ojos.

- ¿Desde cuándo me llamas tú así? ¿Eres mi jefa ahora o qué, amiga? - Las tres reímos.

- Si fuera tu jefa te  tendría a raya, amiga. Yo me voy, que aunque me queráis mucho no soy parte de la sorpresa. - Nos dió dos besos a cada una y se fue.

- ¿Nos vamos, pulpiña? - Acaricié su mejilla.

- ¿A dónde me llevas?

Agarré su mano, entrelacé nuestros dedos y comenzamos a caminar hasta mi piso. Cuando estábamos juntas parecíamos dos niñas la mañana de Reyes, y ese sentimiento era tan fuerte que ni el tiempo había podido borrarlo. Fuimos todo el camino mirándonos y sonriendo como dos tontas.

- Vas a ser la primera en verlo, siéntete privilegiada. - Dije abriendo la puerta del piso.

- ¿Es tu piso nuevo? - Dijo entrando al pequeño hall de la entrada.

Dos Extrañas En La CiudadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora