Capítulo 21. PAROXISMO.

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Se mezcló lo que estaba soñando con un ruido que cada vez sonaba más fuerte. Entonces noté que alguien movía mi brazo y un pinchazo en el cuello. Abrí los ojos y me ubiqué: Luisita y yo nos habíamos quedado dormidas en el sofá. Ella se estaba levantando, era su móvil el que sonaba porque alguien la estaba llamando.

Empecé a mover el cuello y con cada movimiento que hacía me dolía más. Cogí como pude el móvil, que estaba encima de la mesa, y miré la hora: eran las 09:12. Afortunadamente no tenía que trabajar por la mañana, porque la noche anterior olvidé poner la alarma, de hecho, no era consciente del momento en que me había quedado dormida.

Se escuchó una voz a través del móvil de Luisita y está se giró bruscamente buscando mi mirada, tenía los ojos como platos e hizo una mueca como si estuviera chillando en silencio y agitaba la mano derecha de la emoción. Le pregunté qué pasaba e interpreté que vocalizaba sin hablar "los de Érase dos veces", la llamé y puso el móvil en altavoz.

- Nosotros podemos reunirnos en dos semanas – dijo una chica al otro lado del teléfono.

- Nosotras tenemos disponibilidad para la fecha que nos digan – dijo Luisita, a quien se le veía muy emocionada.

La conversación terminó cerrando la fecha. ¡En dos semanas los veríamos!

Fue colgar e inmediatamente volvió a sonar su móvil. Esta vez se trataba de Manolita, no tenía dudas. Mientras hablaba, vi que venía hacia el sofá y me quedé mirándola. Tenía los ojos achinados y la frente algo arrugada, me miraba y sonreía. Si siempre me parecía guapísima creo que la Luisita recién despierta era mi Luisita preferida, porque era cuando era más ella, lo más natural posible. Escuché cómo su madre le contó algunas cosas relacionadas con el bar y con comida que hacía falta que comprara antes de volver. Apuntó una serie de cosas y tras verificar que había anotado todo colgó.

- ¡Que tenemos reunión! – dijo ella.

- ¡Con los de Érase dos veces! – dije yo emocionada.

Vino hacia mí hasta que se quedó con una rodilla apoyada en el sofá y con sus manos se apoyó en el respaldar de este, dejándome a mí entre sus brazos. Se acercó hasta que nos separaron milímetros. El corazón se me iba a salir por la boca. Hacía demasiado tiempo que no nos besábamos y me parecía una eternidad, pero para mi sorpresa no me besó, sino que empezó a acariciar su nariz con la mía. Yo empecé a reírme.

-Besito de esquimal – me dijo con voz infantil mientras seguía haciendo lo mismo.

-Beso de mariposa – le dije yo con voz infantil también, y con mis pestañas empecé a acariciar su mejilla.

-Beso de aspiradora – se acercó hacia mi mejilla y empezó a absorber mi moflete.

-Beso de... - me quedé pensando mientras ella no paraba y yo me reía – de pececito – succioné mis mejillas y empecé a darle besos así, ambas nos reímos.

-Creo que no me sé más – me dijo sincera mientras seguía riendo porque yo no paraba.

Me moría de ganas por besarla.

-Yo creo que sí sabes más – le dije tan atrevida que me sorprendí a mí misma.

-Pues creo que se me ha olvidado – puso su dedo índice en la barbilla e hizo como que estaba pensando.

-Pues si quieres te lo recuerdo.

-Prueba a ver – se acercó más a mí.

-Está el beso en el ojo – le besé el ojo y empezó a reír a carcajadas.

-Creo que voy recordando, sí. También está el beso en la ceja – dijo y me besó la ceja. Yo reí.

-El beso en la frente – besé su frente.

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