Capítulo 22: DEPAUREAR

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Debilitar, extenuar física o moralmente, ya sea uno/a mismo/a o hacia otra persona.

Quedamos en vernos directamente en la gestoría, pero decidí presentarme en el King's para darle una sorpresa a Luisita e irnos juntas desde allí.

Bajé las escaleras y vi a María detrás de la barra. Eché un vistazo rápido buscando a Luisita, pero no la vi.

En cuanto María se dio cuenta de mi presencia, por inercia, sonrió. Dejó lo que estaba haciendo y salió de la barra.

-Amiga - alargó la última a - ¡enhorabuena! - me abrazó.

-Bueno, bueno, espera a que nos reunamos y a ver qué condiciones ponen - dije en el abrazo.

-Sea como sea, que se quieran reunir con vosotras ya es un gran paso, eh - alegre.

-La verdad es que sí, no me lo creo mucho aún hasta que los tenga delante - reí.

-¿Y qué haces aquí? Pensaba que habíais quedado en la gestoría - dijo extrañada.

Me puse algo nerviosa. No me hacía a la idea de estar ocultándole a María aquello. Ella, que era con la que hablaba la más mínima duda sobre cualquier ámbito de mi vida. Estaba teniendo una historia con su hermana y no podía contárselo porque no era a mí a quien le tocaba hacerlo. Me sentía muy mal con aquella situación.

-Quería poner al día a Luisita de algunos datos antes - mentí.

-Pero ella no sabe que venías, ¿no? - Extrañada.

-Uhm... No, ¿por qué?

-Porque hace diez minutos me dijo que iba a estar en el despacho con Miriam, que no iba a trabajar la última media hora.

Me dio un vuelco el corazón.

-Amelia, ¿estás bien? - mostró preocupación.

-Sí, sí - intentaba disimular - pero me voy entonces.

María agarró mi brazo - anda ya, ve al despacho y le avisas. Seguro que se alegra mucho al verte.

"No creo que vaya a ocurrir eso cuando vea que abro la puerta" pensé.

Me dirigí hacia el despacho con mucha inseguridad. ¿No se suponía que Luisita la había echado de su vida? ¿Cada cuánto se veían? ¿Con qué intenciones?

Al llegar a la puerta intenté escuchar a través de esta, pero al no enterarme de nada respiré antes de abrir por miedo a lo que me pudiera encontrar.

Abrí y vi que estaban sentadas delante del camerino. Una frente a la otra. Cogidas de la mano. Muy cerca.

Luisita estaba de espaldas y cuando se giró y me vio allí dio un respingo y soltó las manos de Miriam.

-Amelia, ¿qué haces aquí? - dijo Luisita. Y su tono no fue de alegría, precisamente.

Ambas se levantaron e inmediatamente mi mirada se dirigió hacia su acompañante.

Miriam era, muy a mi pesar, preciosa. Tenía un pelo castaño claro ondulado, largo y muy cuidado; unos ojos marrones claros inmensos perfilados a la perfección; sus labios eran muy marcados y pude comprobar que tenía una boca grande. Llevaba una falda verde botella corta muy pegada que marcaba perfectamente su figura, una camiseta blanca con algo de escote metida por delante de la falda, complementos de todo tipo perfectamente seleccionados a juego con la vestimenta y unos tacones del mismo color de la falda.

-¿Amelia? - llamó mi atención para que le contestara.

-Nada, que voy a estar tomándome algo con María, avísame cuando termines para irnos con el gestor - dije hablando muy rápido y me di media vuelta, sin darle la oportunidad a Luisita de que me dijera nada.

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