Capítulo 15. KILIG.

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Quien llamaba a la puerta era María, que había vuelto de casa de Nacho porque este se había ido a trabajar. En cuanto sus hermanos escucharon su voz se lanzaron hacia ella corriendo, como quien hace muchísimo que no le ve.

Nos estuvo contando lo bien que le había ido con Nacho al hablar los problemas que había tenido en el pasado y lo comprensivo y cariñoso que se había mostrado en todo momento. Se le veía ilusionada y a Luisi y a mí nos encantaba ver brillar de nuevo los ojos de María después de haberlo pasado tan mal.

-Bueno, ¿y vosotras qué? – nos dijo dando por zanjada su historia.

Fueron solo cuatro palabras, pero provocaron que me alertara. Desde que María se fue el día anterior habían pasado tantas cosas, que ni a mí misma me había dado tiempo a asimilarlas. Me quedé bloqueada, sin saber qué decirle, sentía que le dijera lo que le dijera le iba a estar mintiendo.

-Pues jugando al escondite con los pequeños estamos – atinó a decir Luisita, quien no mostraba evidencia ninguna de incomodidad - ¿te apuntas?

-Venga, dejo esto en la habitación – levantó el bolso que traía consigo - y voy.

Empezamos a jugar las tres con Cata y Ciriaco, pero me estaba sintiendo muy incómoda. Intentaba no esconderme donde lo hiciera Luisita y en caso de que no quedara otro remedio no estar demasiado juntas. Sentía que no iba a poder evitar mirarla y que se me notaría de lejos lo guapísima que me parecía, que inconscientemente le iba a coger la mano o que si le pillaba mirándome se me iba a acelerar tanto el corazón que hasta la propia María lo escucharía.

-Bu – noté que alguien me zarandeaba por la espalda y se me encogió el corazón.

Era Luisita, me giré con la mano en el pecho, negué con la cabeza y sonreí. Ella se acercó.

-¿Por qué huyes? – me dijo sin rodeos.

-¿Qué? Yo no huyo – mentí.

Ella no dijo nada, solo inclinó la cabeza hacia el lado derecho y exhaló fuerte con media sonrisa.

-Que no, que no, de verdad – volví a mentir.

Luisita se acercó y cuando estaba a escasos milímetros de mis labios giré la cara y le abracé.

-Huyes – me dijo pegada a mi oreja.

-Corred, que Cata está en la habitación de María – Ciriaco apareció de repente en la habitación, afortunadamente estaba tan excitado por el juego que no se dio cuenta de la situación en la que estábamos.

Aproveché para salir corriendo de allí, sin que se notara que lo hacía principalmente para que María no nos llegara a ver tan juntas. El estar preocupada porque no nos pillara no me dejaba disfrutar bien del juego, así una vez estábamos todos en el salón aproveché para volver a mentir diciendo que tenía hambre.

-Oye, pues yo un poco también – intervino María - ¿hay algo por aquí o bajamos a "El Asturiano"?

-Yo no quiero comida de "El Asturiano" – escuché decir a Cata – yo quiero chino – concisa.

Me reí porque nunca había escuchado a nadie tan pequeña decir que quería pedir chino. Luisi le guiñó un ojo, orgullosa.

-El enganche que tenéis ambas al chino no es normal, Luisi – dijo María señalándola a las dos.

Ahora lo entendía, Luisi se había encargado de enseñarle ese tipo de comida a su hermana.

-No le eches cuenta, Cata, lo que pasa es que María no quiere pedir ahí y nos quiere hacer sentir mal, pero nosotras somos más fuertes – le chocó la mano – yo también quiero chino – dijo más fuerte.

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