Capítulo 5. BONHOMÍA.

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Me desperté del dolor de cabeza tan fuerte que sentía. Parecía que era temprano, apenas entraba un poco de luz por los pequeños agujeros de la persiana de la habitación de Nacho. Intuitivamente busqué mi móvil, pero conforme procesé lo que hacía dejé de hacerlo porque seguiría apagado. Sin embargo, al mirar a la derecha encontré el cable de un cargador y, tras la pequeña lámpara estaba mi móvil enchufado ¿quién lo había puesto a cargar? Porque yo no recordaba haberlo hecho...

Miré a la izquierda y vi a Luisita, la vergüenza se volvió a apoderar de mí cuando recordé lo que provoqué unas horas antes cambiándole los planes a ella y a Nacho.

Eso me hizo pensar en María, así que opté por encender el móvil. Eran las 07:36 y ya no tenía sueño, como de costumbre cada vez que bebía más de la cuenta. Tenía 7 llamadas perdidas de mi amiga, y mientras me metía en WhatsApp me levanté en busca de mi neceser para tomarme cualquier pastilla que me ayudara un poco a que ese horroroso dolor de cabeza desapareciera. Una vez con la pastilla en la mano me dirigí a la cocina, me eché agua y me la tomé de un trago. Qué sed tenía.

Me volví hacia la habitación, Luisi no se había movido, no sé a qué hora se habría dormido, pero seguro que había tardado un rato más que yo porque el cabreo que tenía era importante...

Me eché en la cama y me metí en la conversación de María, no sé cuántos mensajes suyos tenía... dudé si escribirle o no, pero por la hora que era estaría levantándose para preparar a los pequeños y llevarlos al cole.

Le escribí un texto disculpándome por lo mal que lo había hecho y lo mucho que lo sentía. No se merecía que le hubiera hecho aquello, quería pensar cómo intentar arreglarlo, pero me dolía tanto la cabeza que la luz de la pantalla me molestaba muchísimo.

Intenté volver a dormirme, pero era incapaz, así que fui gastando los minutos -que se me hicieron eternos con el dolor de cabeza que no bajaba- hasta que Luisita empezó a despertarse.

No le quería decir nada porque no sabía si era de estas personas que se despiertan y tienen la capacidad de seguir durmiendo, pero al girarse y mirarme sonrió y me dio los buenos días.

Y me fue inevitable reírme porque tenía todos los pelos en la cara, cosa que parecía importarle poco.

- ¿De qué te ríes? – me preguntó sonriendo.

- De tus pelos, ¿no te molestan en la cara?

- Ah, no, me lo pongo queriendo porque si me tapo con el nórdico me asfixio, pero si me pongo los pelos por la cara me dan calor y puedo respirar.

Empecé a reírme más, solté una carcajada de la que me arrepentí en el mismo segundo que la había soltado porque provocó que me doliera más la cabeza.

- Oye, no te rías, tú con el pelazo que tienes seguro que si lo hicieras tendrías la cara supercalentita – me dijo.

Volví a reírme – cuando tenga frío lo probaré – le contesté.

En ese momento Nacho tocó la puerta. El piso tenía dos baños, pero el de fuera estaba estropeado así que tenía que ir al que estaba dentro de la habitación y no podía aguantar más. Escuchar cómo me reía le dio luz verde para entrar, ver a Nacho así era de lo más cómico y a Luisita y a mí nos dio por reírnos otra vez.

Cuando Nacho salió del baño nos levantamos, descongeló pan y desayunamos los tres juntos, como si fuéramos amigos de toda la vida. La verdad es que estaba bastante cómoda allí con los dos, no parecía que conociera a Nacho de la noche anterior ni que con Luisi hubiera compartido tan pocas horas. Me gustó mucho esa sensación, pero teníamos que irnos porque Luisi había hablado con sus padres para ir al bar a media mañana.

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