Capítulo 3. SAUDADE.

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Esa noche, afortunadamente, pude dormir algo. Imagino que porque ni mi mente ni mi cuerpo eran capaces de aguantar más. María acababa de despertarse para acompañar a Luisita a llevar a los pequeños al colegio, tal y como le había dicho la noche anterior, y, aunque yo por fin había descansado algo, tenía el sueño más ligero que de costumbre, por eso en el momento en que se movió un poco me desperté.

- Ey, parece que hoy sí que has dormido algo, ¿no? – me preguntó María.

- Sí, pero me noto mucho más cansada que los días anteriores – confesé.

- Porque necesitas dormir muchas horas más para reponer fuerzas...

Asentí mientras me frotaba mi ojo izquierdo.

- Voy a ir ahora con Luisi a llevar a los pequeños al cole, tú quédate en la cama y descansa. Una vez que nos vayamos nosotras la casa se queda sola y sin ruido.

La idea de quedarme sola me agobiaba un poco. Sabía que, aunque me quedara allí tranquila y en silencio mi cabeza no iba a poder parar de dar vueltas y no iba a ser capaz de descansar. Pensé en la opción de ir con ella y con Luisita al cole con los pequeños, pero rápidamente caí en que quizá ellas necesitarían un rato solas, para charlar y poder hablar de sus cosas sin que yo estuviera delante.

Miré el móvil solo para saber en qué día de la semana estábamos, no sabía ni en qué día vivía. Era miércoles. Miré el calendario que compartía con Laura donde anotábamos los horarios en los que trabajábamos, los planes que teníamos, mis ensayos... todo para organizarnos un poco mejor. Y, como creía, Laura tenía guardia en el hospital, eso quería decir que tenía vía libre para ir a nuestro piso, poner una lavadora con la ropa de estos días y coger ropa nueva sin encontrarnos.

Dudé seriamente sobre si ir o no, pero en algún momento tenía que hacerlo y ese parecía el día indicado.

Mientras pensaba todo eso María se estaba preparando, me planteé contarle mi idea, pero si sabía mi plan iba a estar preocupada por mí, así que como ella estaría trabajando en el King's si me daba prisa quizá ni se diera cuenta. Ya se lo contaría a la tarde cuando volviera.

Esperé a que ella y Luisita salieran con sus hermanos y entonces me preparé. Cogí todas mis cosas y salí del piso de los Gómez quizá con más seguridad de la que en realidad tenía, estaba tan decidida que no me di cuenta de lo que realmente estaba a punto de hacer.

Mientras bajaba las escaleras miré en mi bolso. Ahí estaban, menos mal. Mis auriculares. Llevaba días sin usarlos porque María no se había separado de mí ni un instante. Realmente no quería quedarme sola, pero al verlos me di cuenta de que había echado de menos ese rato mío con mi música, la que tantas veces me había salvado. Lo conecté al móvil y directamente se empezó a reproducir la última canción que estaba escuchando. Unos acordes provocaron que mi piel se erizara, "Creep" de Radiohead estaba sonando. Esa canción me transmitía tanto... y en ese momento lo pensé, ¿quién me iba a decir que empezaría a escucharla teniendo mi vida de siempre y la terminaría de escuchar con una totalmente diferente? Me odiaba a mí misma por pensar ese tipo de cosas, pero me resultaba inevitable pensarlas.

Mientras bajaba hacia el metro – como tantas otras veces había hecho en esa parada – mi cabeza hizo un click. Era la primera vez que me estaba dirigiendo al piso que tenía con Laura, pero sin que estuviéramos juntas, con todo lo que ello conllevaba. Y me bloqueé, como también lo hizo mi cabeza y el resto de mi cuerpo. Llegó el metro y no fui capaz de entrar. Me quedé allí, delante de las puertas parada. La gente me esquivaba, algunos ponían malas caras, las prisas y el estrés de siempre y yo molestando.

- Chica, ¿vas a pasar? – un señor mayor me hizo reaccionar.

- Sí, sí, lo siento – atiné a decir, y entré casi sin pensarlo en el vagón.

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