Capítulo 4. CONTICINIO.

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No voy a negarlo, el camino me lo pasé llorando. Después de haber salido de mi piso sentía un dolor muy fuerte en el pecho y la garganta. No lloraba por algo en concreto, lloraba por todo, y ese todo incluía el miedo a comenzar una vida totalmente nueva y el temor a que nos estuviéramos equivocando con aquella decisión.

No me apetecía volver a casa de María, al menos no en esas circunstancias y pensé en la opción de pararme en un bar a tomarme algo mientras me relajaba. El King's evidentemente no era una opción. Me bajé en Cuzco y anduve sin destino, podría haber sacado el móvil y buscar los locales que se encontraban cerca de mi ubicación, pero estaba tan absorta que me limitaba a andar mirando hacia un lado y otro buscando cualquier bar en el que sentarme.

Las lágrimas dejaron de brotar y, poco a poco me fui recomponiendo.

De repente un chico se me acercó preguntándome si estaba buscando un local donde tomar algo y me ofreció unos flyers donde anunciaban oferta de 2x1 en chupitos los miércoles en "Kube Madrid". También me dijo que el pub se encontraba a solo unos metros girando la esquina.

Llegué al local algo ida, el sitio era bastante moderno, la mayoría de sillas y mesas eran altas con diferentes tonos de grises, mismo color que tenía la barra así como el uniforme de los camareros. El sitio estaba bien, pero lo veía más apropiado como para un sábado noche con amigas, no para ahogar las penas un miércoles y por haber tomado una decisión que realmente estaba bien tomada (o eso me repetía cada vez que lo recordaba).

Poco a poco me acerqué a la barra, desde ahí seguí mirando el interior del local y ya había decidido irme cuando uno de los camareros se dirigió a mí y me preguntó si me habían atendido. Antes de que lo pensara mi boca ya había contestado por mí:

- No, aún no – sonreí como pude.

- ¿Y tienes claro qué quieres?

Mira, de verdad, pues no. No tengo claro qué quiero, qué he hecho ni qué voy a hacer con mi vida, pensé.

- Pues no, es que no he encontrado ninguna carta.

Y antes de que terminara de decir esas palabras ya me estaba ofreciendo una.

- Pues te dejo que le eches un vistazo y ahora me dices – sonrió y se fue a atender a otros clientes.

Tenía la carta delante de mí e intentaba leerla, pero la verdad es que no era capaz de concentrarme en leer ni dos letras juntas. Eso sí, mis ojos iban siguiendo las líneas y cualquiera que me viera pensaría que me la estaba estudiando.

- ¿Te has decidido ya? – pregunto el camarero.

- Uhm... la verdad es que no... - me sinceré

- Tranquila, tengo toda la noche, hasta las 2:00 no termino mi turno – bromeó.

- ¿Qué me recomiendas? – pregunté sinceramente y creo que fue la mejor opción que pude tomar.

- ¿Con o sin?

- Con, con – y cuantos más grados mejor, pensé.

- ¿Fuerte o afrutado?

- Afrutado a poder ser, no tolero el sabor a alcohol en realidad – le confesé.

- Pues sí que te han tenido que hacer algo gordo, eh.

- ¿Por qué dices eso? – pregunté directamente.

- Porque estás bebiendo para olvidar. Esas cosas se notan.

DÉRIVEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora