Capítulo 13. EPIFANÍA.

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Cuando Cata y Ciriaco escucharon que se abría la puerta se levantaron para darle la bienvenida a su hermana. Descubrieron la bolsa que traía con ella y quisieron cogerla.

-Eh, no, no, esto no es para vosotros – dijo levantando la bolsa - es para Amelia, si ella os quiere dar... - me miró y sonrió.

Estaba molesta, pero no tenía ningún derecho a mostrárselo. Además, me sorprendió que me trajera algo después de pasar la noche con Miriam. La miré y sonreí.

-Corred, dádselo y preguntadle si os da un trocito – le dio la bolsa a sus hermanos.

-Hala, qué suerte, Amelia, son churros – dijo Ciriaco.

-Yo estoy tranquila porque estoy segura de que nos va a dar – añadió Catalina y vi a Luisita reírse con el comentario de su hermana pequeña.

La pequeña me miró yo le sonreí y asentí.

-¿A mí también, Amelia? – me preguntó Ciriaco algo preocupado.

-Claro que sí – le dije y lo despeiné un poco.

-Yo también quiero – dijo Luisita sentándose a mi lado.

Pensé en decirle que no, a modo de burla y explicarle que lo hacía por no haber venido durante la noche, pero no sabía hasta qué punto iba a aguantar la "broma", así que opté por sonreírle.

-Muchas gracias, no tenías por qué – dije sincera.

-Bueno, tú habrás pasado la noche tranquilita durmiendo, pero yo...

- Buenos días, chicos – interrumpió Marcelino que apareció en el salón - ¡hala! ¡churros! – se dirigió hacia ellos.

-Los he traído para Amelia, eh, papá.

Marcelino frenó en seco – Ah, vale, no lo sabía, hija.

-No, no, no, es para todos, coge los que quieras, Marce – dije algo apurada.

Quise saber cómo terminaría la frase que Luisi había empezado. La que decía que yo había pasado la noche tranquilita durmiendo, pero poco a poco empezaron a sumarse más Gómez al desayuno y en cuanto recogimos Luisi fue a acostarse.


***


Pasé la tarde en la habitación de María organizando los próximos ensayos de la compañía. A eso de las ocho Luisi vino hacia la habitación. Fue verla y se me aceleró el corazón por el enfado que seguía teniendo.

-Hola, Amelia – me dijo con una voz dulce, casi susurrando.

Y ya no había enfado. Dos palabras, una cara adorable y ya el enojo había desaparecido.

-Hola – le contesté sonriendo.

-He estado pensando sobre esta noche y se me ha ocurrido algo.

Yo la miraba atenta.

-Había pensado en que fuésemos a tomar algo, pero mis padres han dado por hecho que me quedaría en casa y les he escuchado hablar sobre ir a cenar algo los dos solos, así que me tengo que quedar aquí.

Se quedó en silencio y yo le invité con la mirada a seguir.

-Quizá te estoy diciendo todo esto y en realidad puede que tú ya tengas un plan – dijo algo preocupada.

Sonreí. Me encantaba cuando hablaba tan rápido que sus palabras y su pensamiento confrontaban.

-No, Luisi, tranquila que no tengo plan – dije sin hacer desaparecer la sonrisa de mi boca.

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