CAPÍTULO 29: Tendencias y burbujas

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La emoción de mi pequeña era incontenible. Últimamente ha estado así muy a menudo, pero hoy conocería Glamour & Women en persona. Desde que inició la escuela hace una semana, no he pasado suficiente tiempo con ella, así que decidí traerla conmigo al trabajo y de paso conocería la empresa.

Cuando aparqué afuera de la gran edificación color blanco, los ojitos de mi niña quedaron fijos sobre el enorme nombre en letras doradas que figuraba en la fachada.

—¡Wow! Es mejor de lo que imaginé —sonrió, pegando su carita y sus manitas al vidrio de la ventanilla.

—Vamos, rubita. Aún tienes que verlo por dentro.

Salimos del coche e ingresamos al gigantesco edificio. Tan solo con entrar, Luna se volvió loca. No sé si era lo moderno y espacioso del lugar, las muchas personas que caminaban de un lado a otro o la impresión que se llevó, pero no paraba de dar cortos chillidos y saltitos.

Tomamos el elevador y en pocos minutos llegamos a mi oficina. Con solo entrar, los chillidos y saltitos volvieron, parecía que la había llevado a un parque de atracciones en lugar de un aburrido despacho.

—¡Este lugar es fantabuloso! —corrió hacia el gran ventanal de la izquierda—. ¡Es extraorditástico! —corrío hacia la derecha.

¿Extraorditástico? Esa es nueva.

—Alto ahí, rubita —la retuve—. Demasiada hiperactividad para no haber comido azúcar en el desayuno.

—Es que siempre quise venir y parece la oficina de una princesa.

—¿Las princesas tienen oficinas?

—Claro. Si no, ¿cómo organizarían bailes reales y qué atuendo ponerse? ¿Acaso no viste Barbie: Escuela de Princesas?

No recordaba haber visto una escena de princesas con oficinas en esa película y la he visto millones de veces, se ha convertido en la favorita de Luna.

—Ok, mi error. Ahora, ¿la princesa quiere sentarse en el trono de mamá?

—¡Síii!

La cargué con un poco más de dificultad que hace unos meses, poco a poco ha ganado unos kilitos y ahora ya está en el peso que debería según su estatura y edad. La senté en mi silla, que le quedaba enorme y apenas alcanzaba mi escritorio, así que decidí colocarme en su lugar y sentarla sobre mis piernas.

Estaba encantada y sonriente observando todo a su alrededor, aunque no había más que documentos, fotos de modelos y carpetas. Su sonrisa se desvaneció cuando vio el retrato nuestro que figura a un costado.

—¿Pasa algo, rubita? —hice que me mirara y había un puchero adorable formado en sus labios.

—Esa foto —la señaló con el dedo—, es muy bonita —concluyó con la voz semi quebrada.

—¿Y qué tiene eso de malo, cariño? Es una linda fotografía nuestra que nos tomó Amy en Central Park.

—Es que creí que no habían fotos de las dos porque no hay ninguna en casa, solo en tu teléfono. Y mis compañeros dicen que sus papás tienen fotos de ellos en los escritorios en su trabajo y pensé que tú no tenías una mía —confesó, acurrucándose en mi pecho.

Es cierto, tenemos muchas fotografías juntas en mi celular, pero no hay ninguna figurando en alguna pared de casa. Al ser una pequeña tan sensible, es normal que se emocione al ver esa primera imagen de ambas al igual que hacen el resto de los padres de sus compañeritos de la escuela. Es adorabe y conmovedor.

—Lo siento, princesa. Prometo imprimir todas las fotos que nos hemos tomado juntas y las pondré en muchos álbumes y portarretratos por toda la casa. ¿Qué te parece?

Por siempre, mi LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora