CAPÍTULO 9: Luna en casa

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¡Lunes, lunes, lunes! ¡Al fin lunes!

Hoy iría a buscar por fin a Luna y estaba tan emocionada como nerviosa, pero sobre todo estaba decidida a llevarla conmigo. Desde el juicio he ansiado que llegase el día en que el pudiera llevarla conmigo a casa, ¡y llegó! ¡Mi niña irá a casa conmigo!

Tan pronto desperté en la mañana, me alisté y conduje hacia el centro de menores en el que está alojada mi rubita. Ally ya estaba allí cuando llegué. Me esperaba junto a la entrada del edificio, siempre muy puntual.

—¿Estás lista para esto? —me preguntó tras saludarme con un beso en la mejilla.

—Nunca en mi vida había estado tan lista.

Al ingresar al lugar informamos de nuestra cita con los trabajadores sociales encargados del caso de Luna. Una vez dimos con ellos, me informaron acerca de los detalles de mayor importancia y tuve que firmar una serie de documentos oficiales y cláusulas especiales antes de siquiera poder ver a la pequeña.

Luego de todos esos trámites, papeleo y certificaciones, la trabajadora social se ausentó de la oficina y al cabo de un rato trajo a la niña. Llevaba puesto un vestidito un poco viejo y al parecer todas sus pertenencias las almacenaba en una pequeña mochila rosa. Nada más verme, corrió hacia mí y me abrazó.

—¿Es cierto? ¿Me vas a llevar contigo? —me preguntó muy emocionada.

—Sí, rubita —acaricié una de sus mejillas—. Hoy mismo te vas conmigo a casa.

—Pues, Sra. Parker, espero que sepa cuidar bien de Luna —comentó la trabajadora social.

—Puedo asegurarle que lo haré mucho mejor que los ''padres'' que ha tenido antes —respondí sin querer sonar dura, pero eso fue exactamente lo que hice—. No se preocupe.

—Confiaré en usted —asintió.

Nos despedimos, tomé a Luna de su pequeña manita y salimos del edificio junto a Ally tan rápido que pareciera que escapábamos de alguien. La niña y yo abordamos mi auto, mientras que Ally ocupaba el suyo. Conduje de regreso a casa y le agradecí al cielo porque no había mucho tráfico. Pasados unos minutos ya estábamos las tres paradas frente a la entrada de mi edificio.

—Bueno, mi trabajo aquí ha terminado. Entonces, madre e hija, nos vemos luego —se despidió Ally, yendo camino a su auto, pero Luna la alcanzó y la abrazó.

—Gracias por todo, tía Ally.

Aww, mi niña.

—Ay, cielo, de nada —Ally le dio un beso de despedida y agitó su mano en mi dirección antes de subirse a su auto.

Extendí mi mano hacia la pequeña, invitándola a tomarla. Cuando lo hizo, entramos al edificio y subimos en el elevador hasta el penthouse. Al entrar, la niña suspiró y esbozó la sonrisa de alegría más genuina que había visto en mi vida.

—¡Al fin en casa! —exclamó como si hubiera vivido toda su vida aquí.

—Bienvenida.

—Extrañé mucho estar aquí —miró a todos lados, fascinada.

—Yo también extrañé tenerte aquí —le sonreí—. ¿Quieres ver tu cuarto?

—¡Sí! —le brillaban los ojitos azules.

La llevé hacia el cuarto en el que se quedó la noche en que nos conocimos. Me había encargado de remodelarlo para ella. Lo mandé a pintar de rosa, compré muebles nuevos, decoré las paredes con calcomanías, pegatinas y afiches de dibujos animados. Puse peluches sobre la cama, una linda lámpara de techo en forma de candelabro, un pequeño escritorio al lado de la cama y un lindo clóset repleto de ropa nueva. Bonitas cortinas a juego con el nuevo color de las paredes y pequeños estantes para que guarde lo que quiera terminaban el decorado de la habitación.

Por siempre, mi LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora