Desperté con los cálidos rayos de sol que se asomaban por la ventana dándome justo en el rostro. Un pequeño cuerpecito estaba abrazado a mí, durmiendo profundamente. Luna.
Ayer después de cenar y de pasar un rato juntas, me preguntó si podía dormir conmigo, fue imposible negarme. Me gusta dormir con ella, me transmite mucha paz, me siento bien, tranquila; es una conexión tan fuerte que llega a ser difícil de explicar con palabras.
Me removí con cuidado para no despertarla y miré la hora en el pequeño reloj despertador que descansa sobre mi mesita de noche, eran apenas las 6:40 a.m. y tenía tiempo para descansar un poco más. Me acomodé nuevamente, abrazando a mi pequeña. No quería interrumpir su sueño, se veía tan angelical abrazando su pequeño peluche. Comencé a acariciar su cabello suavemente, me resulta demasiado enternecedor. Media hora después Luna despertó y lo primero que hizo fue abrazarme.
—Buenos días, rubita —la abracé también.
—Buenos días, Gina.
—¿Dormiste bien?
—Fantabulosamente —ronroneó.
—Me alegro mucho, cariño. ¿Qué quieres desayunar?
—¿Podemos comer panqueques? —puso ojos de cachorrito mojado.
—No, rubita.
—¿Por qué no? —hizo un puchero.
—Porque ya no tenemos ingredientes y además no podemos desayunar panqueques todos los días.
—Bueno, entonces quiero...¡ensalada de frutas! Pero sin fresas, eh.
—Lo sé, rubita. Ve a tu cuarto, lávate los dientes, dúchate y cámbiate. Mientras tanto yo me encargo del desayuno.
—¡Ok! —chilló.
Me dio un beso en la mejilla y bajó de la cama, desapareciendo de la habitación. Sonreí ante la ternura de la pequeña rubia y me dirigí hacia mi baño para ducharme. Luego de darme una ducha rápida y de vestirme para el trabajo, fui camino a la cocina para complacer la petición de mi pequeña.
Tenía varias frutas en la despensa: plátanos, uvas, mango, media sandía, naranjas y manzanas, suficiente para una macedonia. Luego de lavar las frutas, comencé a cortarlas en pequeños trozos y rodajas para seguidamente unirlas en un tazón, lo mezclé con una cuchara de madera y finalmente le agregué unas cucharaditas de azúcar y unas gotas de esencia de vainilla. Fue bastante fácil e internamente agradecía que Luna tuviera gustos tan sencillos, pero nutritivos en la cocina, eso me ayudaba para mejorar su nutrición y aumentar su peso.
Mientras terminaba de poner la mesa, Luna apareció en la terraza con una sonrisita de oreja a oreja, al parecer se había despertado de muy buen humor e indirectamente me contagiaba. Se había puesto uno de los muchos vestidos corte princesa que le había comprado y también se peinó su larga cabellera sin necesidad de ayuda, es una niña muy independiente para su edad.
—Hola —me abrazó la pierna.
—Hola —le sonreí.
—¿Necesitas ayuda para poner la mesa?
—La verdad sí. ¿Puedes colocar los cubiertos, por favor?
—Sí —sonrió.
Tomó de la pequeña cesta que contenía los cubiertos unas cucharas y las colocó al lado de los pequeños tazones con ensalada de frutas de cada una. Eso era todo, el desayuno estaba listo y nos sentamos a comer. A la rubita le fascinó la macedonia casi tanto como los panqueques, eso era un alivio y también una gran satisfacción para mí ya que uno de mis temores antes de que Luna llegara al penthouse era que no le gustara mi comida, en gran parte porque llevaba años sin cocinar.
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Por siempre, mi Luna
ChickLitBilogía Por siempre #1 Sufrir la pérdida de un ser querido es uno de los eventos más duros que nos toca enfrentar; Gina Parker lo sufrió por partida doble. Siete años atrás era una mujer feliz junto al amor de su vida y su pequeña bebé próxima a nac...