CAPÍTULO 20: No la alejen de mí

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—¿Entonces voy a quedarme aquí con la abuela? —preguntó Luna, un poco preocupada.

—Sí, pequeña.

—Pero sabes que no le agrado.

—Rubita, ya hablamos de esto. La abuela es poco malhumorada, pero no puedo dejarte sola.

—Lo sé —agachó la cabeza.

Tomé su pequeño mentón e hice que me mirara.

—Escucha, no tienes que estar con la abuela todo el tiempo. Solo hazle saber si tienes hambre o te sientes mal, el resto del tiempo puedes pasarlo en tu cuarto jugando y si quieres puedes llamarme a la empresa.

—¿En serio?

—Sí. Es más, regresaré antes del trabajo y luego iremos juntas al hospital a ver a Carol. ¿Qué te parece?

—Fantabuloso —dijo sin la pizca de emoción que siempre le pone.

—Eso sonó como un ''Bien'', no como un ''Fantabuloso''. Quiero oírte decirlo como solo tú sabes hacerlo.

—Fantabuloso —sonrió.

—Aún no me gusta. Quiero oírte gritar —le hice cosquillas.

—Ok, ok. ¡Fantabuloso! —chilló entre risas.

—Así me gusta, rubita. Ahora ya tengo irme.

—¿Tan pronto?

—Sí. Pórtate bien, ¿ok?

—Ok —asintió y me abrazó.

En serio no quería que me fuera, y yo tampoco quería irme. Aún no me sentía cómoda con la idea de que mi madre la cuidara, pero mejor un malo conocido que un bueno por conocer. Cuando intenté separarme de ella, se aferró más a mí. Sabía lo que pasaba...se sentía abandonada.

—Rubita, voy a regresar dentro de un par de horas. Lo sabes, ¿verdad? —susurré en su oído.

—Lo sé, pero no quiero que te vayas —respondió con la vocecita quebrada, y a mí se me quebró algo más...el corazón.

Me separé de ella y vi su hermoso rostro maquillado con una nube de tristeza y una pequeña lágrima bajando por su mejilla. La sequé al instante y acuné su carita entre mis manos.

—Rubita...sabes que yo nunca te abandonaría, ¿cierto?

—Lo sé, tú no eres como mis otras mamás sustitutas. Tú jamás me abandonarías.

—¿Entonces por qué estás tan triste? Nunca te has puesto así cuando vamos a casa de los Richardson.

—Porque a ellos los conozco y son muy buenos conmigo. Pero a la abuela no le caigo bien. Me da miedo que se enoje conmigo o que pelees con ella por mi culpa y después tú ya no me quieras y me regreses al orfanato.

Mi niña...

—¿¡Qué!? Rubita yo nunca te dejaría. Olvida todo lo que dijo mi mamá, ¿ok? No hay nada, absolutamente nada en este mundo que haga que deje de quererte, eres la luz de mis ojos.

—¿De verdad?

—Claro que sí. Ven, dame un abrazo —extendí mis brazos y se acurrucó entre ellos.

—Te quiero mucho —murmuró en mi oído.

—Yo te quiero más.

Nos separamos y noté que se encontraba más tranquila. Me despedí nuevamente para después dejarla tranquila leyendo sobre su cama. Me dirigí a la sala de estar, donde me esperaba mi madre.

Por siempre, mi LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora