Luego de mi acalorada discusión con mis padres subí a mi habitación y rehíce mi maleta. No quería pasar ni un segundo más en aquel lugar, no con ellos, no con su frialdad. Bajé al primer piso nuevamente con mi maleta en mano y ni siquiera me despedí, salí de la mansión y mi taxi, que me dejaría en el puerto del ferry, ya me estaba esperando afuera.
Esta vez no admiré embelesada el paisaje marítimo que se me ofrecía y tampoco perdí el tiempo lamentándome por no haber disfrutado un poco más de Florida, solo abordé el ferry, luego un taxi hasta el aeropuerto y finalmente mi avión una media horas más tarde para arrivar con destino a Nueva York.
«¿Por qué pensaba que sería diferente esta vez?» Esa era la pregunta que no paraba de rondar en mi cabeza.
Mis padres jamás cambiarían, jamás me entenderían. Es cierto, no lo he superado, puede que nunca lo haga y no vale la pena que me torture por el resto de mi vida, pero esperaba un poco más de comprensión por parte de las personas que me dieron la vida. Esperaba besos, abrazos, consuelos, ¡cariño! Dios, solo pedía algo de amor en el peor momento de mi vida, y en los siete años que han transcurrido desde entonces no he parado de implorar que dejaran de echarme en cara mis desdichas como si estas no me atormentaran cada día.
Por otra parte estuvo Ally. Siempre estuvo a mi lado, antes y después de la tragedia. Puede que ya no seamos vecinas, que ya no vayamos en bici a la playa ni a la misma universidad y que no nos veamos todos los días, pero sé que en cualquier momento y bajo cualquier circunstancia ella estará ahí para mí. Supo darme el apoyo que nadie más me ofreció, en parte también porque solo ella y mis padres sabían de mi embarazo, pero estaré eternamente agradecida de que estuviera allí conmigo, consolándome en los momentos inconsolables.
Observé a través de la pequeña ventanilla cómo anochecía. Era un paisaje precioso, solo el ocaso y el silencio, ciertamente muy relajante y hermoso. Cuando el cielo estuvo totalmente oscuro, saqué de mi pequeña bolsa de mano las fotos que saqué de mi cuarto. Sí, había roto mi mural, pero para rearmarlo en casa, no tenía pensado volver a la mansión Parker nunca más.
Observé sonriente una a una. Mi primer recital de ballet. La primera fiesta a los 13 años. Primer día de escuela en high school. La primera escapada de casa junto a Ally y Aaron. Días de playa. Graduación. Tatuaje de la amistad. El fallido intento de teñirnos el pelo por nuestra cuenta. Cuando los chicos ganaron el campeonato de básquetbol. El baile graduación. Excursión al Mississippi. Disfraces de Halloween. Primera cita con Derek...y unas cien más. Todos eran tan lindos recuerdos y yo me había empeñado en que fueran tristes solo porque yo estoy triste, pero eso se acababa hoy, comenzaría de nuevo.
Solo en una cosa tenían razón mis padres, debo superarlo, y qué mejor manera de hacerlo que reencontrandome con mis viejos amigos y agregar a la pequeña Luna en mi vida. La verdad es que la extraño, no había pasado ni un día en Palm Beach y hasta el lunes no se me permitía visitarla, pero aun así me moría por verla.
Es la pequeña más adorable del universo, tan linda y tierna que es imposible no encariñarse ella. Debo admitirlo, tengo miedo. Aún no entiendo por qué, hace siete años era más joven e inexperta, pero me sentía totalmente preparada para ser mamá. Quizás porque en aquel entonces tenía todo el entusiasmo del universo y sentía que el mundo estaba a mis pies, pero ahora...me preocupaba no estar lo suficientemente preparada. De todas formas, preparada o no, Luna se queda conmigo, y de mi parte queda que nunca más vuelva a sufrir.
Luego de largas horas de viaje y de regreso a Manhattan, descendí del avión y luego de realizar los protocolos establecidos en el aeropuerto, salí por fin, camino a tomar un taxi.
Al llegar a una de las grandes puertas automáticas divisé una figura familiar...Ally, y estaba acompañada, muy bien acompañada. Casi suelto la maleta de la impresión al ver a mis tres grandes amigos. No podía creerlo, Aaron, Paty y Travis estaban junto a Ally riendo y charlando. También llevaban maletas, por lo que supuse que acababan de llegar a Nueva York. Hace tanto que no los veía que en un primer momento no creía lo mucho que habían cambiado.
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Por siempre, mi Luna
ChickLitBilogía Por siempre #1 Sufrir la pérdida de un ser querido es uno de los eventos más duros que nos toca enfrentar; Gina Parker lo sufrió por partida doble. Siete años atrás era una mujer feliz junto al amor de su vida y su pequeña bebé próxima a nac...