Desperté a la mañana siguiente sintiendo medio cuerpecito de cierta personita sobre mí. Me moví con suavidad para evitar despertarla, ayer me quedé a dormir con ella por petición suya y después de todo lo que ha pasado en las últimas semanas, no pude negarme.
La acomodé despacio y coloqué a Coco a su lado para que tuviese algo que abrazar y así no se despertara. Salí sigilosamente de la habitación para dirigirme a la mía. Me di una ducha rápida y a continuación me vestí un poco abrigada, la llegada del otoño era inminente y con ella los cambios de temperatura, el clima en Nueva York puede llegar a ser muy variado.
Caminé hacia la cocina y comencé a preparar el desayuno, panqueques. Tan pronto el olor de la masa cocinándose se esparció por la cocina, apareció la rubita medio adormilada olfateando a su alrededor.
—Huele muy rico —dijo con los ojitos aún cerrados, dejándose llevar por el aroma.
—Mi amor, abre los ojos. Te puedes lastimar.
—Es que aún tengo un poco de sueño —bostezó.
—Entonces ve a dormir un poco más —reí a la vez que apagaba la estufa.
—No, yo quiero panqueques —restregó sus ojitos.
—Aún me falta un poco para terminar, así que ve a darte una ducha, lávate los dientes y cámbiate.
—Oki doki —bostezó nuevamente y salió de la cocina.
Culminé con los panqueques y luego preparé leche chocolatada para ambas. Coloqué todo en una bandeja junto a los cubiertos y lo llevé a la mesa de la terraza. Puse todo sobre la mesa y esperé a que la rubita apareciera.
Pocos minutos después llegó vestida con un lindo vestido magenta de mangas largas con pequeñas plumas estampadas en la parte superior mientras que en la parte inferior se componía de brillos. Se veía preciosa, pero...
—¡Rubita! ¿Qué haces con el cabello tan despeinado?
—Dijiste que me duchara, me cepillara los dientes y me cambiara. Que me peinara no —se encogió de hombros, haciéndome reír.
—Ok, siéntate a desayunar.
Los ojitos comenzaron a brillarle al ver la leche chocolatada y sus condimentos favoritos para los panqueques.
—¡Todo se ve delicioso! —sonrió antes de probar el primer bocado.
—Quise mimarte un poco hoy.
—Pero ayer dijiste que había sido malo que me mimaras tanto —dijo, cabizbaja.
—Ay no, mi vida —tomé su rostro entre mis manos—. Olvida todo lo que dije ayer, estaba muy enojada y hablé sin pensar. Es cierto que te he mimado, pero no eres una niña malcriada, así que eres merecedora de todos mis mimos.
—Me gustan tus mimos —sonrió y acto seguido bebió un sorbo de su vaso de leche.
—Qué bueno, porque hoy pasaré el día entero mimándote —tomé una servilleta y limpié el bigote de chocolate que se formó sobre sus labios—. En cuanto acabemos de desayunar iremos a pasar la mañana en Central Park.
—¿Central Park? Pero ayer dijiste que...
—Te dije que olvidaras todo lo que dije ayer, cariño.
—¿Entonces ya no estoy castigada?
—No, princesa. Aunque no quiero que vuelvas a comportarte como lo hiciste. Si alguien te molesta, debes decírmelo en lugar de actuar por impulso.
—Está bien —asintió—. Lo siento.
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Por siempre, mi Luna
ChickLitBilogía Por siempre #1 Sufrir la pérdida de un ser querido es uno de los eventos más duros que nos toca enfrentar; Gina Parker lo sufrió por partida doble. Siete años atrás era una mujer feliz junto al amor de su vida y su pequeña bebé próxima a nac...