CAPÍTULO 11: Pijamada mañanera

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Despertamos juntas, en la misma posición en la que nos dormimos anoche luego de ver un mini maratón de películas, y abrazadas. Ella aún permanecía dormitando en un tierno sueño, así que me limité a mirarla por un buen rato; es la niña más linda que he visto en mi vida.

Por un instante recordé lo que dijeron Ally y Amy, de que se parece a mí y a Derek; y, en parte, era cierto. El cabello rubio, la nariz pequeña, ojos azules, mejillas y labios sonrosados y la sonrisa más tierna del mundo. Dormida lucía angelical, tan tranquila y cómoda que sería un pecado despertarla.

Me removí despacio para salir de la cama, pero comenzó a despertarse así que volví a mi lugar.

—No te vayas —dijo entre sueños, pero no supe identificar si era por mí o porque estaba soñando.

Comenzó a removerse de forma muy brusca, haciendo ademanes con ambas manos y además comenzaba a sudar.

—¡No...no por...por favor! —esta vez gritó.

Una pesadilla.

—Luna. Despierta, rubita. ¡Luna! —la agité hasta que despertó.

Respiraba irregularmente, el sudor corría por su frente y se sentó de golpe para abrazar sus piernas; lucía muy asustada. Nunca la había visto así, temblando de miedo y llorando. Por un instante pasó por mi cabeza la idea de que no era la primera vez que experimentaba ese estado de pánico y no pudo dolerme más por ella.

—Luna...¿qué pasa, pequeña? —intenté acariciarle el cabello, pero se alejó como si me tuviera miedo.

Me acerqué despacio, no quería asustarla aún más de lo que ya estaba. Me senté justo a su lado imitando la posición que tenía ella, giré la cabeza y le sonreí.

—¿Tuviste un mal sueño?

—Sí —musitó.

—¿Quieres contarme?

—No.

—Está bien.

Nos quedamos así por un buen rato. Ella no quería contarme y yo no quería presionarla, cualquier movimiento que hiciera la podría ahuyentar y mi intención era todo lo contrario, hacerla sentir segura.

—Tú...no me vas a abandonar, ¿verdad? —murmuró de repente y me giré hacia ella.

—Rubita...¿ese fue tu mal sueño?

—Me desperté hace un rato, pero aún seguías durmiendo y me volví a dormir y...soñé que... —se quedó en silencio.

—Continúa, rubita. Puedes contarme —le acaricié el cabello.

—Soñé que me habías abandonado y que había vuelto al orfanato donde vivía antes —comenzó a llorar.

No soportaba la idea de verla llorar, sentía que algo en mí se rompía. La senté sobre mi regazo y la envolví entre mis brazos, debía protegerla, incluso de los malos sueños y los recuerdos dolorosos.

—Yo nunca, nunca te voy a abandonar —murmuré sobre su coronilla—. Eres la cosita más hermosa que ha llegado a mi vida después de muchísimo tiempo, no puedo dejarte ir.

—¿Lo prometes? —me miró con sus profundos ojos azules cargados de expectación.

—Lo prometo —le di un beso en la frente.

Le sequé las lágrimas que aún habitaban en sus rosadas mejillas, me dedicó una pequeña sonrisa y la abracé con más fuerza.

—¿Quieres desayunar?

—No.

—¿Por qué?

—No tengo hambre. ¿Puedes quedarte un rato más conmigo? —me abrazó con más fuerza.

Por siempre, mi LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora