CAPÍTULO 3: Shopping morning

4.5K 262 68
                                    

Me levanté en la mañana ahogándome en mi rutina matutina habitual: ducharme, cambiarme, tomar mi café y desayunar mientras leo las noticias.

Al llegar al tercer paso me asusté al ver a una pequeña de poco más de un metro de estatura en mi cocina, había olvidado por completo que ayer en la noche ''recogí'' a una niña que apareció en mi puerta.

Anoche todo me parecía bien. Luna apareció de pronto en un momento en el que me sentía muy frágil y vulnerable, necesitaba una distracción y aunque suene mal, ella lo fue. Quizás confundí la añoranza de mi hija con su ternura y lo mezclé a un grado que no debía; tanto que no medí el peligro de las consecuencias al acogerla en mi casa.

—Hola, Gina —me saludó, animada.

—Hola, Luna —le devolví el saludo aún un poco aturdida.

Hizo un tímido gesto frotándose los dedos para luego mirarme y decirme—: Sé que dije que me iría hoy en la mañana y que no le causaría problemas, pero...¿cree que pueda desayunar con usted? Prometo no molestarla más.

Es lo más tierno que he visto nunca, tan linda que dan ganas de abrazarla, no puedo decirle que no a esa carita.

—Claro que sí, mi niña —le sonreí, contagiándola.

Preparé el desayuno mientras ella me esperaba quietecita en una de las sillas del comedor. Recordé por un breve momento lo que me contó anoche y pensé en todo lo habrá sufrido. Seré dura y fría, pero los niños despiertan mi lado cálido y esa pequeña me enternece el corazón; tanto que olvido que no puedo "quedármela" porque es una niña que pertenece al programa de familias de acogida, no es una mascota.

Llevé el desayuno a la mesa y, tan pronto deposité en plato sobre la mesa, comenzó a devorarlo como si no hubiera comido bien en varios días, al igual a como hizo con la cena de ayer. Y no me extraña. Su peso no parece el de una niña de 7 años sino el de una de 5 o menos, eso me hace pensar en los maltratos y descuidos a los que ha sido sometida antes. Terminó su desayuno y acto seguido se dirigió hacia mí.

—Muchas gracias por todo —inició en un tono de voz bajo pero seguro—. Anoche toqué muchas puertas pero solo usted abrió y me ayudó. Gracias por bañarme, darme de cenar y una cama caliente y hacerme el desayuno. Usted es muy buena y nunca la voy a olvidar.

Cada palabra me enterneció un poco más que la anterior. Nunca había escuchado a un infante tan pequeño expresarse así de bien. Ella es...un pequeño ser único.

Giró sobre sus piecitos y comenzó a caminar hacia la puerta.

¿En serio se va?

No puedo dejar que se vaya así.

—Luna, ¿a dónde crees que vas?

Hizo un gesto de incomodidad y luego me miró.

—¡Oh! Lo siento, olvidaba que tengo puesta su blusa —dijo tomando los bordes de esta.

—¡No! —reí—. No me refería a eso sino a que... —suspiré— no quiero que te vayas.

Sus ojitos celestes se iluminaron y corrió a abrazarme, en serio me tocó el corazón. Era el sentimiento más bonito que había sentido en mucho, mucho tiempo.

—¿De verdad quiere que me quede? —me sonrió, ilusionada.

—Sí, un poquito más.

Decidí faltar ese día al trabajo, le envié un e-mail a mi secretaria y otro a mi mano derecha para avisarles. Hice un improvisado vestido para Luna con otra de mis blusas y sin encontrar nada que pudiera proporcionarle como calzado, no tuve más remedio que colocarle las mismas zapatillas desgastadas con las que vino. Nos fuimos directo al centro comercial más cercano. Luna necesitaba ropa limpia, nueva y que no le quedara diez tallas más grande.

Por siempre, mi LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora