CAPÍTULO 35: Anne

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Llegué a casa prácticamente arrastrando a Luna, ya que la pequeña apenas lograba seguirme el paso. Decidí cargarla porque en verdad estaba ansiosa por llegar y la anticipación solo lograba aumentar mis nervios. Una vez allí, dejé a la rubita en el suelo.

—Lo siento por llevarte tan deprisa, cariño.

—Está bien, no importa —me sonrió.

—¿Qué tal si vas a tu cuarto, te cambias y haces la tarea mientras mamá prepara una merienda para ti?

—Oki doki —asintió y salió corriendo hacia su habitación.

A pesar de la carrera por la que la hice pasar, aún estaba contenta por su gran primer día en su nuevo salón, al igual que yo. También le emociona el tema de Anne, aunque aún hay algunos rastros de celos que todos me han dicho que son propios de una hija única cuando recibe un nuevo hermanito, y más a esa edad.

Fui a la cocina para preparar esos sándwiches de jamón y queso que tanto adora, tanto como yo. No me tomó mucho tiempo, así que al terminarlos los coloqué sobre una pequeña bandeja rosa que compré para la rubita junto a unos vasos de jugo de naranja. Tomé los bordes de la bandeja y me dirigí hacia el cuarto de la pequeña.

La puerta estaba entreabierta, como suele dejarla cuando sabe que le llevaré la merienda, por lo tanto solo tuve que empujar ligeramente con mi codo derecho para abrirla e ingresar.

—¿Adivina qué preparé para ti? —pregunté, colocando la bandeja sobre la pequeña mesa con la que suele jugar a las fiestas del té.

—Apuesto a que un sándwich —sonrió.

—¡Bingo! Ven a comer.

—Aún no he terminado mi tarea —objetó, manteniendo su concentración en su cuaderno.

A veces me resulta simpático lo mucho que se preocupa por sus estudios. Le da igual estar triste, molesta o contenta, sus tareas siempre son prioridad para ella. Me enorgullecía que esa responsabilidad la adoptó por sí misma sin necesidad de que yo le dijese nada al respecto.

—La tarea puede esperar un rato. Ven a comer.

—Ok.

Bajó de la silla de su escritorio y se sentó en una de las de la mesa en su lugar.

—Luce ricolicioso —dijo, observando el bocadillo.

—Pruébalo y comprueba si sabe igual de bien.

Tomó uno de los sándwiches y se lo llevó a la boca. No hacía falta que me afirmara que estaba bueno, su pulgar alzado y el hecho de que no cesaba de comer eran suficientes. Agarré el mío y repetí el mismo proceso que mi hija. ¡Sí que estaba ricolicioso!

—Mamá.

—Dime, cariño.

—¿En serio Patrick encontró a Anne?

—Eso fue lo que me dijo por teléfono y me lo comprobará cuando llegue dentro de un rato.

—O sea que te vas a reencontrar con ella y va a venir a vivir aquí —frunció los labios.

—Sí, linda. ¿Por qué haces preguntas sobre cosas que ya sabes?

—Porque...cuando ella venga...¿la vas a querer más que a mí porque es tu hija biológica? —me miró con la mirada apagada.

—Rubita, no la voy a querer más que a ti ni menos que a ti, las voy a querer a ambas por igual. El hecho de que ella sea mi hija biológica y tú mi hija adoptiva no crea ninguna diferencia en mi corazón.

—¿Entonces no me vas a regresar al orfanato cuando recuperes a Anne?

—¡Por supuesto que no! ¿Quién te metió esas ideas en...

Por siempre, mi LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora