CAPÍTULO 32: Versiones de la historia

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Habían pasado una semana y media desde que Luna regresó a la escuela. Los primeros días todo marchó bien, pero luego las quejas y las visitas a la oficina de la directora se conviertieron en parte de mi día a día. La rubita no volvió a agredir a ninguno de sus compañeros, sin embargo, su comportamiento en general va en picada. Me han informado de constantes peleas verbales con varios de sus compañeritos, indisciplinas en clases e incluso ha desobedecido a Srta. Phillips en varias ocasiones.

Traté de lidiar con este problema de la mejor forma posible, con paciencia y atención, pero Luna cada vez está peor. Muy a mi pesar he tenido que castigarla, el hecho de que se sienta desplazada no justifica su mal comportamiento. Nos hemos alejado, pero me encuentro en una encrucijada entre demostrarle cariño y corregirla, no es fácil balancear ambas cosas cuando me enfrento a este problema.

Ahora estaba de camino a recogerla en la escuela. Iba preparándome mentalmente para las quejas de hoy, cada día era una diferente. Aparqué mi coche fuera de la institución justo a tiempo para cuando sonó la campana. Esperé un par de minutos hasta que salieran gran parte de los niños, estaba segura de que la Srta. Phillips solicitaría mi presencia.

Decidí entrar y dirigirme al salón de clases de mi niña. Como imaginé, allí se encontraban ambas, Phillips lucía exhausta mientras que Luna se encontraba cabizbaja y aparentemente leyendo algo en uno de sus cuadernos. Me llamó la atención que la mesa que ocupa la rubita estaba algo torcida y dañada.

—Buenas tardes.

—Buenas tardes, Sra. Parker. La estaba esperando.

—Lo supuse —suspiré cansada—. ¿Cuál fue el problema esta vez?

—Estábamos haciendo una actividad en la clase de Español. Cada niño debía redactar una composición y leerlo frente al resto de la clase. Pero cuando tocó el turno de Luna, reaccionó de forma agresiva ante los comentarios de algunos de sus compañeros.

—Defina reacción agresiva.

—¿Ve el estado en el que está la mesa? —asentí—. Eso fue lo que hizo. Lanzó algunos de sus útiles escolares y tiró la mesa al suelo, ese es el porqué de los daños.

—Dios, Luna —murmuré para mí, maltrato a la propiedad escolar ya era el colmo.

—Esta vez no quise informarle a la directora porque temo que considere expulsarla definitivamente del centro. Luna es una excelente alumna académicamente, sin embargo de su conducta no puedo decir lo mismo.

—Se que he dicho esto muchas veces, pero me comprometo a hacer algo para que su comportamiento mejore.

—Eso espero, Sra. Parker. Hoy la cubrí, pero no puedo hacerlo en cada oportunidad y menos si continúa este patrón de comportamiento.

—Entiendo. Gracias por su buena intención y descuide, me ocuparé de reparar los daños.

Me llevé a Luna lo más pronto posible de allí. Estaba enojada, muy enojada con ella. He intentado corregir su conducta con métodos simples y cariñosos, pero en vista de que no están funcionando, me veo obligada a aplicar mano dura. En lo personal no es mi estilo, nunca consideré que la educación de los niños se lograra a base de regaños y castigos, pero acabo de llegar a mi límite.

En cuanto pusimos un pie en el penthouse, la encaré. Se le ha hecho costumbre dejarme con la palabra en la boca y marcharse a su habitación cada vez que la reprendo; hoy no sería así.

—Gina, yo... —comenzó a decir abrazando el mismo cuaderno que sostenía en la escuela.

—¿Por qué lo hiciste? —la interrumpí—. Dame un motivo. No es posible que quieras canalizar tu enojo destruyendo propiedad escolar, así que quiero una explicación ahora.

Por siempre, mi LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora