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Mycroft iba en la segunda misiva cuando percibió el primer grito inentendible corriendo a través del pasillo, dispersándose a través de la puerta y llegando a sus oídos. Cada uno de sus sentidos aún se sometían bajo el cansancio del día, el estupor que el detective inspector Gregson trajo consigo lo empeoraba. Perdido en sus recuerdos sobre los ocho años en Pall Mall que yacían entre los escombros hechos cenizas no le dio tanta importancia a la calurosa conversación, que muy seguramente se enfocaba en la planeación de cómo y cuándo atrapar al hombre que los acorralaba contra la pared.
Averiguaría los planes o conclusiones más tarde, ahora se apuntaría tras el escritorio a escribir al menos media docena de cartas. Solo una de ellas tendría de receptor a Sherlock, quien había planeado hacerle una visita dentro de dos días, quizá tenía la intención de presentarle a su nuevo amigo/biógrafo/compañero de habitaciones. Preguntándose en qué forma hablar de ese tema frente a su hermanito, entremezclando además los pensamientos de sus finos objetos incinerados y evitando el recuerdo de su apasionado beso con Lestrade, el sonido de una serie de golpes le hizo trazar una deforme línea sobre el papel. Sin dudar se levantó y fue a la puerta. ¿En qué momento la plática dio aquel drástico giro? ¿O acaso los atacaban?
Aun ni siquiera liberaba un par de minutos para recordar la increíble sensación recorriendo su cuerpo al pensar en Lestrade bajo su estricta protección, al pensarlo como suyo, como de su propiedad, causando que afuera los duros puños estrellándose contra un cuerpo sólido dejaran en primera línea tales sentimientos; en bruto, crudos. Pretender esconderlos desconociendo su alcance resultó complicado al oír, a través del pasillo, el tono fiero de su inspector. Una voz que lo golpeó cual atizador caliente directo en el pecho. ¿Quién osaba provocar la furia de Lestrade? ¿De quién debería deshacerse para mantener sano y salvo a su Greg? Caminó despacio, acercándose lentamente a la sala. Lo escuchó de nuevo al dar los primeros pasos.
Se detuvo antes de que el ángulo del pasillo le permitiera ser visto por Gregson. No podía ser otro, de serlo habría oído disparos desde un inicio. Por la forma en que Greg posicionaba los brazos le dejaba claro que él dominaba la situación—. Te lo advierto, —dijo, amenazante—, aun la menor señal de que te propones hacer algo contra mí o mi amante será suficiente para que te asesine. —Esas palabras hicieron recorrer un escalofrío a través de su espalda. Su corazón se endureció, enterró las uñas contra sus palmas al imaginar los incontables escenarios que orillaran a su inspector a hacer una declaración así, tal vez debería tomar esa señal para llegar a él, robar el arma de sus manos y terminar ahí mismo al hombre rubio—. Me encargaré de esconder tu cadáver tan bien que ni el mismo Sherlock Holmes será capaz de encontrarte. —Y Mycroft se aseguraría de ello.
Antes de aceptar el pensamiento de salir a la luz, el estruendo de un disparo lo retuvo en su lugar. Inquieto por el sonido apenas atendió a las órdenes de Lestrade, avanzó los pasos restantes y mordiéndose la lengua observó a Gregson salir torpemente de la escena. En cuanto la puerta se cerró, toda emoción se enfocó en Greg, en su pregunta y en obligarse a mentir haciendo una ligera modificación en el tiempo que llevaba mirando. Tardó un segundo, luego de verlo girar, en descubrir lo sucedido, aun sabiendo la inutilidad de su capricho quiso haber actuado antes y terminar de una vez con Tobias Gregson.
Lestrade era suyo.
Aun por todo lo que anhelaba sustituir con su marca la del otro, la cruzada por refrenar su ira dio sus frutos al mirar la facilidad con la que el pequeño hombre se dejó llevar por su abrazo. Correspondiendo a su gesto, dejándose limpiar, sin perderlo de vista con sus grandes ojos castaños. Los suaves temblores que lo sacudían de vez en vez apaciguaron su mal humor, dejándole únicamente con el deseo de protegerlo y resguardarlo de los ataques que atentaran contra su vitalidad. Al terminar con el rastro carmín lo llevó al baño, con agua le ayudó a deshacerse del sabor metálico. Apenas creía que funcionara, evitó decir algo al respecto.
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Insulto
FanfictionDe todos los muros insuperables, ninguno es tan fácil de atravesar como los impuestos por el hombre. *Capítulo 25/25. *Mystrade Victoriano. *NSFW. *No menores de 18 años. *Contacto sexual no consensuado. *Mycroft posesivo. *Top Mycroft Holmes.