xii, alma frágil

111 22 9
                                        


Este capítulo es mi orgullo y definitivamente está entre mi top tres de favoritos de los que constan esta historia, espero, amor mío, puedas llegar a apreciarlo tanto como yo lo hago. Fue como si me tocara un fibra sensible aun si no tiene mucho sentido jajaa. Así que espero, realmente, de verdad, te guste. Demonios, creo que es una de las cosas más emocionales que he escrito, y si has leído otras historias mías, sabrás que es mucho decir jajaa.

¡Capítulo!

 * * *

Lestrade mantuvo un tranquilo silencio escuchando al querido y amable doctor Evans, quien lo regañó por el negligente e irresponsable cuidado de sus heridas. El hombre lo conocía muy bien, no se relacionaban exclusivamente por el trabajo, si las cenas tardías en compañía de su esposa y las casi siete navidades pasadas en su casa decían algo a favor de su amistad. Esto, tan desafortunado como podía ser, traía consigo el aparente derecho de reprender al inspector tal cual lo haría a un especialmente molesto e irresponsable hermano menor.

—Voy a hacer que despidan a ese bastardo —gruñó, colocando una nueva venda alrededor del hombro de Lestrade, quien de espaldas, se guardó cualquier aguda réplica que pudiera habérsele ocurrido.

Diederik Evans, habiéndose ganado a pulso el derecho de ser un hermano mayor en niveles muy por encima de sus propios hermanos mayores, sostenía en sus manos la confidencialidad obtenida de un hombre que comparte gustos similares. Gustos tan exquisitos que, en las propias palabras del doctor, no se limitaban a la hermosa y delicada belleza de las mujeres, sino que también, evolucionado, se veía capaz de fundirse en igual medida en el espeso y almizclado fervor masculino.

—Al demonio con eso, yo me encargaré de...

—Nada —lo cortó Lestrade, masajeándose el muslo, lo que sea que le hubiera dado el doctor ya surtía efecto, el dolor se convertía de a poco en una simple punzada—. Me encargué de eso y no hay otra cosa en la que puedas o debas involucrarte —añadió, su voz calmada, ocultando a la perfección lo afectado y débil que se sentía.

Algo en su interior amenazaba colapsar su ya delicado equilibrio. ¿Así lo soportaba un hombre? Se preguntó, su voz temerosa golpeando las delicadas paredes de su mente. La confusión llegaba a un límite que hacía imposible siquiera una respuesta al millón de dudas, incluso una cosa tan simple le hacía titubear. Recibió de su amigo un golpe amistoso en el hombro y un resoplido de mediana aceptación, sacándolo de sus pensamientos.

—¿Querrás convencerme del mismo modo en el caso de Charles? —cuestionó el doctor, poniéndolo de pie y ayudándolo a recostarse en la pequeña cama en donde pasó una incómoda noche. La piel blanca de Diederik manchada de un rojo furioso, casi a la par de su cabello y su barba espesa—. Sé que no puedo hacer nada sobre el asunto, sin embargo me gustaría saber que al menos evitarás exponerte descaradamente al peligro. Te conozco, Greg, y no quiero imaginarme identificando tu cuerpo si decides que ponerte como cebo para atrapar a ese hombre es la única solución.

Lestrade se sintió atrapado. Esquivó la mirada del doctor y le ayudó a quitarse los tirantes, desabotonar y levantarse la camisa. La herida en su vientre, aunque menos profunda se trataba de la más larga, si bien cicatrizada, todavía le causaba molestia. La carne sensible fue palpada duramente, en definitiva como una especie de castigo, por los gruesos fríos dedos. Se tragó un insulto.

—Aún estoy buscándolo, si lo encuentro antes que él a mí puedo prometerte que seré yo quien jale del gatillo, lo óptimo sería, ambos lo sabemos, llevarlo ante el juez —mirando la expresión en el rostro del doctor descubrió que sus palabras fueron apenas una respuesta viable—. Puedo sentirlo, Dirk, estamos cerca —dijo, conciliador, sin mentir y tampoco diciendo toda la verdad. El doctor asintió, creyéndole o no, lo aceptaba.

InsultoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora