xxi, adoración

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UwU ¡Hmp!... Lamento (solo un poco ¬3¬) el capítulo anterior, ya sea que haya sido malo emocionalmente o que la narrativa te resultara pésima por sí sola (que oye, lo entiendo, no soy una escritora profesional y mucho menos especialista en el drama :T), pero no puedo hacer más. Obviamente me esforzaré en escribir mejores tramas y en describir mejor las emociones, pero por ahora, esto es todo lo que tengo y es todo lo que puedo darte u.u

Este nuevo capítulo es solo el principio para regresar a la calma. Espero que te guste...

* * *

Mycroft despertó rodeado de la sensación de estar flotando a la deriva en una canoa a mitad del mar abierto. Olas lo mecían hacia los lados, de adelante hacia atrás, arriba y abajo, en círculos, viéndose además obligado a tragar arena de sabor incomprensible que intentaba secarle la boca antes de permitirle llevar un poco de oxígeno a sus pulmones. Una suave luz alumbraba la habitación. Rodeándolo, caminando a paso veloz, cual gato planeando vengarse al haber sido encerrado dentro de una pequeña jaula, había un hombre. Delgado, alto, de cabello oscuro si su borrosa visión o la atenuada iluminación no le engañaba.

La mente de la que tanto se enorgullecía todavía figuraba muy lejos de él, se acercaba tentativa y escrupulosa, quizá inteligente previniendo su reacción o cuidando de hacerle llegar los últimos hechos de manera tal que le evitaba sufrir demasiado. Sensaciones de infinita variedad oscilaban entre el dolor agudo y un completo adormecimiento, a ninguna de las cuales le permitiría ganar la aparente carrera de hacerle vaciar el contenido de su estómago. O al menos en eso consistía su propósito, tampoco apostaría a creer que en su débil estado de verdad resistiría la presión.

—Sherlock, mi muchacho, juro que si te veo dar una vuelta más... —no terminó la frase, casi al instante el hombre se arrojó sobre él. La preocupación expresa en su rostro pálido, ante el placer de Mycroft, con un mínimo extra de carne en sus mejillas. Lo sintió sentarse a su lado, tomando una de sus manos, sosteniéndolo de la muñeca en un fuerte agarre de sus largos huesudos dedos, tal gesto decía mucho más que sus palabras.

—¿Te gustaría explicarme cómo, hermano mío, tu "no te preocupes, el inspector Lestrade tiene el asunto bajo control", terminó contigo recibiendo dos disparos? —Juntando los pesados parpados, Holmes mayor llevó en un movimiento suave la otra mano a su sien. Contuvo la siguiente inhalación, la voz de su hermano resonó en cada profundo rincón de su cráneo, aun si no hubo gritos en ninguna parte de la pregunta.

—No mentí... ni minimicé... el daño —dijo, tratando de mantener sus intestinos en donde pertenecían.

Hablar teniendo la garganta seca fue todo menos agradable, peor todavía al sentir de uno en uno los recuerdos volviendo a su mente. Dispares, desordenados, en tiras que pronto se propuso a ordenar aunque con resultados de dudosa claridad. Recordó sujetar a Lestrade en busca de impedirle entrar a la habitación luego de haber escuchado la plática entre Charles y Gregson. Recordó la complicidad de ambos y el pago que daría Gregson a cambio de casi asesinar a su amante. Recordó el odio, la furia que encegueció a sus sentidos ante la admisión descarada del inspector rubio al hablar de un contacto íntimo aprovechándose de la inconsciencia de su amado, pese a que debía ser precisamente él quien se encargara de cuidarlo.

Lo alcanzaron asimismo la desesperación de Greg al impedirle mostrarse, las patadas que seguramente le dejaron una buena cantidad de moretones y la cruda posesividad exigiendo venganza. ¡Ah! Toda esa energía feroz, protectora, salvaje, inentendible e irracionalmente lógica acariciándole la piel, haciendo arder sus músculos. Aunque ahora se encontraba fatigado, el pensar en la sensación le devolvía al menos una parte de ella. Se acordó de haber entrado a la habitación y sin dudar un momento disparar contra Charles, quien se derrumbó al segundo, uno que Gregson aprovechó para tenerlo bajo su mira.

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