xxv, el último insulto

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Dulce y mieloso amor mío, este es nuestro final... por ahora, al menos jajaa. Porque este es ¡el último capítulo! :D

Sinceramente estoy ahora hasta el cuello de emociones contradictorias, quiero llorar porque no quiero que acabe, quiero reír porque esta es la historia más larga que he escrito hasta ahora y por fin la estoy terminando de publicar; estoy nerviosa porque no sé si la conclusión es la correcta... ¡Estoy feliz por todos tus adorables comentarios!

Por todo el aliento que me diste, por todas las veces que me has levantado el ánimo *w*, yo no sabría ni sabré nunca cómo agradecerte el que me hayas soportado tanto jajaa. Ok, lo acepto, en realidad estoy llorando de la emoción... ¡Gah! Me tiemblan los dedos. Yo-yo, bien, bien, lo dejaré aquí... Solo-solo...

¡Capítulo!

* * *

Mycroft nunca consideró fiable o inteligente ser en extremo juicioso en cada aspecto de su vida. Así como mantenía un perfecto y refinado control en su trabajo, siempre se mostraba abierto a la aceptación de los pormenores sobre los cuales nunca tendría poder alguno, en especial tratándose de su vida privada. A la partida de 'el primero', ni siquiera lo dudó un segundo al girar en adelante sus esfuerzos, no a evitar sentimientos románticos, si planeaba deshacerse de ellos, se aseguraría de hacerlo desde la raíz.

Antes de que Greg Lestrade fuera herido de gravedad y la moral de Mycroft le obligara a salvarle la vida, llevaba ya un tiempo considerable evadiendo a quien tuviera la menor posibilidad de acapararlo más allá de lo estrictamente obligatorio. Reducido a las precisas amistades políticas, visitas de una familia desapegada aparte de Sherlock o un club en cuyo único lugar en que se permitía hablar se ubicaba en su oficina, sin saberlo, el ratoncito logró toparse con una de las limitadas opciones para introducirse en su vida. ¡Y de qué manera! Aun considerando los factores externos, las probabilidades no jugaban a favor de ninguno.

En realidad, un par de metros a la derecha o izquierda de su edificio habría dirigido la situación a un vértice completamente distinto. De haberlo calculado, ninguno de sus números llegarían a mover los causes de cada resultado de la manera que los hechos pudieran igualarse a lo sucedido. Mucho menos si hasta ese momento no formaba parte de su ideal el tener que atarse de tal manera a alguien, luego de aquello tampoco es como si, una vez dentro, no tuviera él una fuerte y sólida pared sobre la cual mantenerse al resguardo.

La pared que fue quebrantada al primer vistazo de los ojos castaños.

Greg consiguió destruirla a base de precisos golpes consecutivos solo por la forma en que lo miró al despertar, por el tono de su voz, por lo que dijo, por ser él mismo. Interponiéndose tan rápido debajo de su piel que al darse cuenta le fue imposible hacerlo retroceder o dirigir sus sentimientos a un camino en donde pudiera extraerlos de su corazón. Sin haberlo planeado, el adorable inspector, cavando capa tras capa, cargando consigo las llaves de las cerraduras que Mycroft nunca consintió tener, se abrió paso a un lugar en su interior que lo mantendría resguardado, al parecer, el resto de su vida. Pensar que el primero se marchó de su lado al "darle demasiado espacio" o "no mostrarse lo suficientemente interesado", colocaba el asunto sobre la perspectiva de la cantidad de detalles que su amante cambió en él.

Ahora que el ambiente comenzaba a asentarse y gozaba de la oportunidad de mirar en mayor amplitud el panorama ante su futuro en la compañía de Greg, el peso, la presión de los hechos, se veía al fin capaz de acomodarlos a su alrededor en su valía o inutilidad. En la jerarquizada pirámide, claro, estaría siempre su ratón —que los dioses se apiaden de su alma si algún día llegase a nombrarlo de ese modo en voz alta— en la cima.

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