xx, por amor

67 9 24
                                    

Emm... sí... esto... 7-7... yo... ejem...

Lo siento...

¡Capítulo!

* * *

Para Greg eran ya prácticamente naturales las pautas a seguir durante una redada. Sus músculos se guiaban del instinto, entonces, fue en verdad una sorpresa al notar la dificultad de su mente junto a su cuerpo de entrar en el papel. Descendieron del coche, caminando a través de la calle oscura la emoción en sus palabras ante lo que pudiera ser su último día en el mundo lo acaparaba por encima de sus propios deseos, en especial frente al hecho de que cada una la dirigió hacia el atractivo hombre que hizo girar de manera efectiva lo que hasta aquel día reconocía como la norma. Sin embargo, jamás se arrepentiría.

Quiso decir lo que dijo, no planeó escuchar cualquier respuesta de Mycroft, en lugar de eso decidió tomar de él cuanto pudiera. Aun de permanecer confundido bajo la dualidad de las circunstancias, nunca tomaría la opción de rechazarlo. De morir esta noche, sería un hombre libre en todos los sentidos. Si bien esperaba hacer las cosas del modo correcto, conocía a su enemigo tanto como a sus aliados y nunca se dispondría a confiar ciegamente en las piezas a su favor, mucho menos cuando el hombre que amaba iba a su lado. Se condenaría al mostrarse orgulloso, tal vez lo fuera, en definitiva no bajo esas circunstancias.

Un defecto del cual difícilmente se desharía provocó con libertad el hervor en su sangre luego de que el silencio, roto gracias a las voces combatientes, decidió ante su callada cercanía revelar a los dueños de cada una. Habría pensado consistía en alguna discusión de amantes, tal vez un cambio de planes imprevisto o la revelación de 'R' sobre el envío de una petición para detener la búsqueda; advertir la voz de Tobias Gregson sacó a relucir su ímpetu nervioso de moverse, atacar, —¡atacar!— y de ser viable detener. Hacer pagar.

Sentir la mano que hace un minuto fue un cálido toque alrededor de su muñeca fría cual témpano, de alguna forma lo mantuvo en su centro, detuvo su avance destinado enteramente a —¿de qué le serviría engañarse? — disparar primero y preguntar después. Los dedos hacían una prensa dolorosa y confortable, en medio de la pesada negrura, crecieron efectos que hicieron un contrapeso a su necesidad de terminar al fin a quien una vez llamó compañero. Así debiera ser marcado por los dedos gruesos, se aferraría a la sensación hasta evitar interponerse y torcer aún más el problema, provocando una conclusión que crearía en una herida incurable hacia quien menos deseaba.

—... Además, hicimos un trato. —Lestrade notó, entre el irascible tono de Charles, una veta de frustración.

—Uno en que no cumpliste tu parte, ¡te encargué una simple tarea!

—¡No es mi culpa que ése imbécil me atrapara antes!

—Sí, lo fue. Te dije su ubicación y a qué hora llegarían, no tenías por qué estar en tu asqueroso nido. Así que olvídate de estos. —El silenció consecuente se interrumpió con algunos papeles siendo rasgados.

—¡Hijo de puta! El trato era que te entregaría a ese inspector medio muerto para que te hicieras el héroe, ¡eso fue lo que hice! —El agarre aumentó su fuerza, Lestrade lo agradecería en el futuro, ahora aceptaría escuchar la historia, el arresto de a poco se convertía en una expectativa inviable, tal vez la cosa le haría saber a quién terminar primero.

—Lo dejaste medio muerto, sí, pero no en la distancia que te ordené —rugió Gregson, sus marcados pasos acercándose a Charles.

—¿Y es mi culpa que seas tan lento? Pudiste haber alcanzado a esa rata antes de que la mujer llegara o follártelo mientras estaba dormido en el hospital.

InsultoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora