Capítulo 5

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            Pasados dos días, Meira pudo levantarse aunque aún sentía el cuerpo pesado y a veces perdía el equilibrio, lo que la ponía de los nervios.

            -¿Estás bien?- le preguntó una de las cazadoras que la vigilaban, acercándose a la chica que estaba agarrada a la cama.

            -Parezco una inválida…- resopló Meira y se sentó en el borde de la camilla incapaz de sostenerse un minuto más.

            -Te recuperarás pronto.

            -No antes de que me encuentren y no estoy preparada para volver a verles, te lo aseguro…

            -Bah, no se atreverán a venir…

            Meira observó a la joven de cabellos rizados rubios y ojos color miel que la miraba con una sonrisa de plena confianza.

            -¿Cómo te llamas?

            -Nitza.

            -¿Y cómo es que acabaste siendo cazadora?

            -Por un ataque que sufrí hace unos años.

            -Oh… pero ¿lo decidiste por voluntad propia?

            -Sí.

            -Que suerte…

            -Mataron a mi hermana y quería venganza…

            -Vaya… ahora comprendo…- Meira entrelazó sus manos y se quedó mirándolas- ¿qué pasó con mis padres?

            -Tu madre murió al darte a luz y a tu padre lo mató Harek.

            Ella abrió los ojos desmesuradamente.

            -¿Le mató el vampiro a quien yo debo matar?

            -Sí.

            Meira no dijo más y acarició el colgante, gesto que no podía dejar de hacer desde que había aceptado colaborar para con la Hermandad. Entonces, en ese momento, entró un médico. Rubio, de una belleza inigualable con gafas y una ligera barba de varios días. Meira juraría que en el tiempo que había estado allí no lo había visto para nada pero sin embargo, tenía algo que le resultaba familiar.

            -Bueno, Meira, voy a hacerte una revisión.

            -Pero si me han hecho una hace menos de dos horas…- murmuró la joven sin comprender.

            -Ya pero se hizo el cambio de turno y debo hacértela yo- Meira miró desconfiada a Nitza- déjame ver tu mano.

            La joven se la tendió y se le quedó mirándo tratando de deducir qué es lo que le sonaba de ese tipo. Este miró la botella de suero y la cambió por otra nueva porque ya estaba casi vacía. Entonces ella tuvo una corazonada y le tembló la mano donde tenía el corte.

            -Perdone… pero ¿le he visto antes?- preguntó vacilante.

            -No creo… soy nuevo…

            -Oh…- puso los ojos en blanco y recordó la habitación en penumbra donde había estado atada, allí había visto a un tío rubio, un tal Gunnar… de pronto sintió miedo y miró la botella de suero. Nitza había salido de la habitación para dejarle un poco de intimidad puesto que el médico iba a mirarle la espalda. ¡Dios! Estaba sola ¡sola! Alarmada vio como el supuesto médico iba a agarrarla, instintivamente se echó hacia atrás para saltar por el otro lado de la camilla y se arrancó el tubo que le transmitía el suero.

Eterna OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora