Capítulo 2

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         En un pub de mala muerte se reunieron esa noche por orden de Yonath, los cazadores de la Hermandad de la Daga Dorada. Todos los cazadores se sentaron alrededor de una mesa y esperaron a que Yonath hablara.

            Este terminó de hablar con los dueños del local para que no les molestaran y se volvió hacia sus compañeros, él era el heredero de la hermandad, Raznarok lo había dejado al mando al morir y junto con su liderazgo le había dejado una carta con una petición. Petición que hasta ahora no había podido cumplir pero que no dudaría en hacerlo en cuanto tuviera oportunidad.

           -Buenas noches a todos, gracias por acudir- dijo nada más colocarse en su puesto- necesito contaros que creo estar muy cerca de ella.

            -¿Estás seguro de que es ella?- le preguntó una chica que estaba sentada a su lado.

            -No estoy en condiciones para asegurarlo… he fallado tantas veces pero creo que esta es la verdadera, aunque no la he visto, pienso volver mañana al lugar, porque según las pistas que hemos ido hallando, no puede estar en otro lado sino allí, por eso quiero que os deis cuenta de que entramos en terreno peligroso. Harek sospecha y es posible que nos ataque en cuanto sepa que la tenemos. Debemos estar preparados para recibirle.

            -La última vez perdimos a dos cazadores, Yonath- dijo un chico que estaba justo enfrente de él- se han vuelto más fuertes.

            -Lo sé… lo sé…- Yonath se pasó una mano por su cabellera rubia- pero algo me dice que la tenemos, que está cerca… La necesitamos, tengo que cumplir para con Raznarok aunque sea lo último que haga- sus ojos verdes centellearon bajo la luz de los focos que iluminaban la zona donde se encontraban.

            -Espero que así sea…

            -No debemos perder la fé… acabaremos con los vampiros- trató de mostrar confianza a los suyos aunque ni él mismo estaba seguro de poder conseguirlo.

            La cabeza le dolía a reventar y entreabrió los ojos aturdida, miró a su alrededor e intentó moverse pero no podía. Entonces… ¿no había sido un sueño? El miedo volvió a atenazarla. Quiso gritar pero era como si su voz hubiese desaparecido y volvió a moverse tratando de soltarse pero sus muñecas estaban bien sujetas a lo que parecía la cabecera de una cama. Levantó un poco la cabeza y descubrió que no llevaba puesto sus harapos sino un hermoso vestido blanco con cintas negras que le cubría hasta los tobillos y dejaba ver parte de sus generosos senos, lo que le recordó a los vestidos de las fotos antiguas que adornaban las paredes del internado. La puerta, entonces, se abrió y ella pasó la vista por diferentes muebles color caoba que poseía la instancia hasta tratar de ver quien había entrado y vio a un joven de pelo rubio casi blanco y ojos azules como el mar.

            -¿Quién eres?- le preguntó con recelo, fijándose en los atuendos del joven. Este vestía con unos vaqueros y una blusa ajustada que marcaba todo su prominente torso.

            -Vaya, ya te has despertado… ya era hora…- dijo el joven.

            Ella frunció el ceño e insistió.

            -¿Quién eres? ¿Y qué hago aquí?

            -Me llamo Gunnar… y estás aquí porque eres la hija de Raznarok- dijo tranquilamente.

            -Otra vez con ese Raz…- y soltó un improperio- esto no puede ser verdad…- suspiró y fijó la vista en el techo.

            -Harek quiere verte- dijo Gunnar soltándola pero rápidamente le ató las manos a la espalda.

Eterna OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora