Capítulo 12

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Mientras caminaba, sólo oía el retumbar de sus pasos sobre el asfalto y las luces de una farola alumbraban las calles por las que pasaba. No sabía que hacía allí y miraba alrededor constantemente. Repentinamente, se detuvo, sus sentidos la alertaron de una presencia, achicó la vista y vio una silueta alta y escultural al final de la calle. Se estremeció. Era él, tenía que correr pero sus piernas estaban pegadas al suelo, no le obedecían. Él se acercó y su corazón comenzó a palpitar con fuerza. Le acarició la mejilla y sintió que se desvanecía, suspiró. Cuando alzó la vista y esta se encontró con la de él, sonrió.

            -Eres mía… has fallado a tu padre…- una carcajada profunda y cruel brotó de la garganta de la persona que la acariciaba- ya no hay vuelta atrás…

            Cuando bajó la cabeza para besarla, esta gritó.

            -¡No!- se incorporó sudando.

            Las luces del pasillo se encendieron. Ella respiraba con dificultad, en lo que trataba de tranquilizarse, todo había sido un sueño, solo eso. Nitza y Hanna entraron en la habitación.

            -¿Estás bien?- le preguntó Hanna. Meira las miró, pálida y asintió.

            -Sólo ha sido una pesadilla…- sonrió levemente, recordando el momento en que aceptó verse con Harek.

            -¿Segura? Estás pálida, como si hubieses visto un fantasma- dijo Nitza.

            -Siento que no estoy siguiendo el camino que debería…- musitó Meira mirándose las manos.

            -¿Por qué dices eso?- preguntó Hanna.

            -Tengo miedo de fallar… de no cumplir para con mi padre… no creo que pueda.

            Hanna se acercó y la abrazó.

            -Claro que podrás, tonta…

            -En mi sueño… Harek me doblegaba…- se pasó temblorosa la lengua por sus resecos labios- ¿Y si no actúo en el momento en que se me presenta la oportunidad? ¿Y si caigo en su trampa?

            -¿Qué trampa?- inquirió Nitza.

            -No lo sé… porque él no jugará limpio… cuando lo ataque, puede que me esté esperando… o quien sabe… me siento ingenua, de verdad.

            -Cuando llegue el momento, sabrás lo que debes hacer y no caerás en ninguna trampa- la animó Hanna.

            -Eso espero…- murmuró Meira poco convencida, ya que esa tarde, si salía, estaría fallándoles a todos y más con lo que sabría que podía pasar, pero no, no lo haría. Tampoco llevaría la daga, no quería atacarle, sólo dejar las cosas claras, luego volvería y cumpliría con su misión en cuanto tuviera que hacerlo.

            -Descansa que aún está amaneciendo.

            Asintió y se recostó en lo que sus amigas y compañeras salían del cuarto, volviendo a dejarla sola con sus pensamientos sombríos. Ya al amanecer, salió de su cuarto rumbo al comedor. El estómago le rugía. Ni siquiera se había cambiado y se había recogido la melena en una coleta cuando entró y vio las tostadas recién hechas, la boca se le hizo agua. Se sentó a la mesa y cogió una cuando entró Yonath.

            -Bueno días.

            -Bueno días…- murmuró media ausente en lo que comía. Yonath se sentó y la miró.

Eterna OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora