Capítulo 26

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            Hanna recorría los pasillos en busca de Yonath, en todos los pasillos había revueltas y sangre, destrozos por todos lados. Habían caído muchos cazadores pero también vampiros, por ahora iban igualados y esperaba que la cosa siguiera así, al fondo de uno de los pasillos, extrañamente el más despejado había una puerta y entre todas las que había visto, era la única que se encontraba cerrada. Se acercó y tocó en la puerta. Nadie respondió, con cautela la abrió y observó el interior, a un lado había un televisor y justo al fondo…

            -¡Yonath!- entró rápidamente y sólo entonces se dio cuenta del error que acababa de cometer, justo cuando la puerta se cerró de un portazo a sus espaldas.

            -¡Hanna! ¡Vete!- espetó él.

            La joven se volvió y vio tras de sí a tres vampiros que le sacaban por lo menos tres cabezas.

            -Oh no…- susurró y apretó con fuerza las estacas que portaba en sus manos.

            -Vaya, vaya, carne fresca, ¿qué creéis que podríamos hacer con ella?- preguntó uno de ellos a sus amigos.

            -Umm… se me ocurren varias cosas- sonrió otro y se pasó la lengua por sus afilados colmillos. Hanna retrocedió.

            -¡Hanna, atácalos!- gritó Yonath.

            La joven dudó  pero luego corrió hacia ellos con las estacas en alto, uno de los vampiros se movió con rapidez y la esquivó, colocándosele justo a la espalda, otro recibió una estaca en el hombro y el último ni se movió, viendo cómo el primero la sostenía.

            -Ya podías haberte dado prisa- habló el vampiro que tenía la estaca en el hombro, sacándosela con suma facilidad.

            -Sujétala fuerte- dijo el que no se había movido.

            -No… ¡no!- forcejeó Hanna cuando el vampiro le retorcía los brazos en la espaldas, inmovilizada.

            -Hanna, recuerda las clases de defensa- le recordó Yonath.

            Hanna apenas podía pensar con claridad, el miedo la confundía y esas miradas en los vampiros que se le acercaban, la violaría, le desgarrarían el cuerpo… ¡la dejarían seca por dentro!

            -¡No! ¡No!- gritaba frenética.

            Yonath miró la televisión y con el pie la empujó para que cayera justo encima del vampiro que sostenía a Hanna. Este soltó a la joven de la impresión y ella cayó al suelo de rodillas.

            -¡Hanna! ¡Levanta!

            El grito resonó en la cabeza de la joven, quien agarró la empuñadura de la espada que llevaba a la cintura y se incorporó. “Está bien, Hanna, bastante de tonterías… tú puedes con ellos, tú puedes…” se repitió en su interior “Todo depende de ti…” Sin pensárselo dos veces, atacó a los vampiros. Colocó la espada horizontalmente y le cortó la cabeza a uno para luego girar sobre sus talones y enfrentar a los otros dos. “Nunca les des la espalda, evita sus garras y marca sus puntos vulnerables…” Pensó, eso era lo que le enseñaban en las lecciones, así que fijó su vista en el cuello y el corazón de los vampiros. Uno de ellos corrió hasta ella, saltó dispuesto a apresarla. “Espera el momento oportuno…” Lentamente se agachó y cuando lo tenía a escasos centímetros alzó la esta y esta se incrustó en el pecho del vampiro. El vampiro que quedaba, corrió como el viento para colocarse detrás de ella. Hanna saltó hacia delante y dio una voltereta en el suelo, por lo que tuvo que soltar la espada para que no pudiera cogerla. Inmediatamente de sus botas sacó dos puñales y se mantuvo en cuclillas observando a su oponente.

Eterna OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora