Capitulo 4

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Light me mira con una leve sorpresa, como si ya supiera que estaría aquí hoy. Si es así, no importa; es alguien muy especial para mí y, sinceramente, no me parece adecuado pedirle explicaciones después de tanto tiempo sin verlo.

Mientras me pierdo en mis pensamientos, Light extiende los brazos y una sonrisa cálida se dibuja en su rostro. Sin pensarlo dos veces, corro hacia él y lo abrazo. Su cercanía me llena de una felicidad instantánea, es tan reconfortante verlo de nuevo.

—Hoy te ves muy bien, Gina. Ese atuendo te sienta de maravilla.

—¡Oh, gracias! Lo escogí yo misma.

—Eso explica por qué te queda tan bien. Dime, ¿cómo te ha ido últimamente?

Sin darme cuenta, me encuentro contándole todo lo que ha pasado, cómo me siento y todas las incertidumbres que me han invadido. Hablar con él es como una corriente fresca y reconfortante, que me envuelve más que nunca, su compañía parece un refugio cuando todo se siente tan abrumador.

Mientras caminamos por los largos pasillos, Simbad nos ve desde lejos. Al reconocerme, su rostro se ilumina y, con alegría, viene a saludarme.

—¡¿Cómo puedes venir a mi casa sin avisarme?! ¿Cómo estás, mi hermosa niña?

—Ahora que te veo, me siento feliz.

—¡Qué maravilla! —me soltó y dio media vuelta— Escuchen todos, esto no es un banquete cualquiera, ¡es un banquete muy especial!

Como la hija que alguna vez le prometí ser, le propongo cocinar algo para su banquete. Aunque al principio se niega, como siempre, termina aceptando mi oferta.

En la cocina, con la ayuda de todos, comenzamos a preparar la comida. Cada quien hace su parte, pero lo que realmente me sorprende es Light. Se anima a ayudar y, para mi asombro, resulta ser muy bueno haciendo postres. No me lo hubiera imaginado, pero se le da de maravilla.

Comenzamos a preparar algunos de los platos más tradicionales. Primero, preparamos kebabs de cordero marinados con especias de la región, como comino, cilantro y cúrcuma, y los asamos a la perfección. El aroma de la carne asada llena la cocina, y no puedo evitar sonreír al recordar los banquetes que solían coordinar personalmente para Simbad.

Luego, Light y yo preparamos hummus casero, batiendo los garbanzos con aceite de oliva, tahini y un toque de ajo. Me gusta ver cómo se concentra en cada paso, añadiendo ingredientes con destreza, algo que este torpe genio no suele mostrar. Mientras, los sirvientes preparan tabulé fresco con menta y tomate, y una gran cazuela de biryani perfuma toda la cocina, llenando el aire con su mezcla de arroz y especias exóticas.

Para el postre, Light se encarga de preparar baklava, una masa fina rellena de nueces y pistachos, cubierta con jarabe de miel. La fragancia dulce que emana del horno es irresistible. Yo preparo kunafa, lleno de queso con pasta de semolina; que bien sabe al empaparlo en almíbar de naranja...

Mientras el tiempo pasa y las risas se multiplican, más personas se suman a la cocina. El bullicio y el sonido de los cuchillos cortando verduras, las cazuelas hirviendo y el bullicio alegre me llenan de calidez. Incluso Simbad se une para revolver el molokhia, afirmando que a nadie le queda mejor que a él.

—¡Esto no es tan difícil!— dice Light, satisfecho con su resultado mientras coloca las bandejas de sobre la mesa.

—¿Ves? Te dije que serías un gran ayudante.

Pasamos horas en la cocina, y cuando finalmente los dulces y platos principales están listos, la mesa se llena de una variedad de delicias: kebabs, hummus, tabulé, biryani, baklava, kunafa, molokhia y muchas otras exquisiteces. Los aromas se mezclan, creando una atmósfera única, cálida y festiva.

Mientras todos disfrutan de los banquetes, siento una inmensa satisfacción. He hecho algo que me conecta con el pasado, con los días más sencillos cuando no tenía que preocuparme por la corona o las responsabilidades.

Al final, Simbad me da algunas sobras para llevar, y aunque sé que hay mucha comida en el palacio, no puedo evitar llevarme una buena cantidad de todo lo delicioso que hemos preparado. Light me acompaña de regreso al palacio, y me recuerda que siempre puedo contar con él; mientras, por supuesto piquetea todo lo que llevamos. Su apoyo me da fuerzas.

Cuando llego a palacio, la paz se desvanece rápidamente. Los rostros serios de los consejeros y la mirada de preocupación de Sheherazade me recuerdan que, aunque un día de descanso haya sido lo que más necesitaba, la corona nunca me dejará por mucho tiempo.

La paz acabó. He vuelto a ser reina.

 He vuelto a ser reina

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Ahora Soy ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora