Capitulo 8

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Anoche dormí a cielo abierto. ¡Fue emocionante! La sensación de estar bajo las estrellas, con el desierto extendiéndose a mi alrededor con un manto de silencio y misterio, fue liberadora. La brisa fresca me acariciaba la piel, y aunque el suelo no era tan cómodo como mi cama en el palacio, me sentí más en paz de lo que había estado en mucho tiempo.

Todos los presentes se ofrecieron a darme esta sorpresa, y aunque me sorprendió su generosidad, me sentí feliz. Estaba lista para regresar al palacio, pero una parte de mí deseaba seguir en ese oasis, donde todo parecía más simple y tranquilo. Sin embargo, era hora de volver.

Nos encaminamos de nuevo hacia Luna llena, el sol ya comenzaba a asomar en el horizonte. El camino de vuelta fue igual de difícil que ayer, pero valía la pena disfrutar de la vista. El desierto, con su vastedad, me hacía sentir pequeña y, al mismo tiempo, increíblemente viva.

Cuando llegamos al palacio, la familiaridad de sus paredes y pasillos me acogió con la frialdad de siempre. Me cambié rápidamente, poniéndome un vestido elegante, y salí hacia la sala principal como si nunca me hubiera ausentado. Quería que todo siguiera su curso, que nadie notara que me había escapado por unas horas.

Al entrar, mis pasos fueron detenidos por una atmósfera pesada. Todos estaban en silencio, mirándome con preocupación y alivio. Fue entonces cuando me di cuenta de que no había pasado desapercibida. Me sentí como una niña regañada, a pesar de mi intento de aparentar normalidad.

Sheherazade fue la primera en saltar de alegría al verme. Se acercó y me abrazó, envolviéndome en sus brazos con una ternura que me sorprendió:

—¡Gina! ¿Dónde estuviste? Te buscamos toda la noche y parte de la mañana, enviamos personas en tu búsqueda en toda la ciudad. Incluso Kahir ha salido con tropas hacia la ciudad vecina.

Mi corazón dio un vuelco al escuchar su preocupación. No había considerado el impacto de mi ausencia, solo quería escapar por un momento. Con mucha torpeza, traté de tranquilizarla:

—Salí... Creí que nadie lo notaría, solo fueron unas horas...—Intenté explicar, pero justo cuando iba a continuar, las puertas de la sala se abrieron bruscamente.}

¡No es excusa! ¡No debiste salir!—La voz de Kahir resonó en la inmensidad del lugar, me estremecí. Estaba ofuscado, más de lo que jamás lo había visto. Sus ojos brillaban con ira y preocupación.—¿Sabes lo que causaste? ¡Todo el palacio en caos! Los hombres que no descansaron en toda la noche... Lo mucho que me preocupé...

Me sentí completamente culpable, entendía su enojo. Había sido responsable al salir sin avisar. Mi corazón latía con fuerza al ver su preocupación reflejada en su tono de voz, a pesar de su reprimenda.

Lo lamento, no era mi intención preocuparlosmurmuré.

Kahir me miró unos segundos más, y aunque aún estaba molesto, su rostro se suavizó. Era increíble, ahora se veía tan dulce, y a pesar de que me estaba corrigiendo, supe que en el fondo estaba asustado por lo que había pasado. Guardó silencio, y finalmente, dio un paso atrás, retirándose sin decir una palabra.

El resto de la semana pasó en un suspiro. Me mantuve en el palacio, ocupándome solo de mis lecciones, sin salir ni un solo momento. Todo lo que deseaba era no preocupar a nadie más, no causar más alboroto. Aunque la rutina diaria me resultaba agotadora, había algo reconfortante en la monotonía.

Mis pensamientos siempre regresaban a esa noche en el oasis, donde la paz reinaba, pero no podía escapar de las responsabilidades del palacio. Kahir, Sheherazade, todos esperaban lo mejor de mí, y no quería defraudarlos. Por eso, me sometí a mis lecciones sin quejarme, siguiendo todas las órdenes con la esperanza de que, al final, todo estaría bien.

 Por eso, me sometí a mis lecciones sin quejarme, siguiendo todas las órdenes con la esperanza de que, al final, todo estaría bien

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