Capítulo tres.

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Theophilus era uno de los pocos hombres de quien ella aceptaría un cumplido sin pensar en segundas intenciones

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Theophilus era uno de los pocos hombres de quien ella aceptaría un cumplido sin pensar en segundas intenciones.

Él siempre había sido respetuoso con ella y después de escuchar los rumores infames que el pueblo inventaba, él no la miraba diferente.

—Gracias, Theo— la chica sonrió— es una lástima que Phile haya reducido las horas de educación para Leander, se te extraña en la casa.

—Seguiremos viendonos los viernes.

—Eso es una excelente noticia— Phoenix tomó la mano de sus dos hermanos— Althaia de seguro estará muy feliz.

Rowland reconoció el nombre de la muchacha de inmediato. Le dio una mirada a su amigo quien tenía un atisbo de sonrisa en los labios.

—Y de seguro Theo estará muy feliz de volver a ver a la señori...

El golpe en la cabeza lo interrumpió. Theo miró a su mejor amigo con un aire asesino antes de retomar el paso al lado de la tercera hija de la casa Lamswood. Había cavado su propia tumba al faltarle el respeto de esa forma. Esperaba que Rowland recordara todos sus años de amistad antes de matarlo.

—Me adelantaré, debo pasar a la biblioteca—pasó a los hermanos— fue un placer, Phoenix.

—El placer fue mío—los tres hicieron una reverencia para despedirse— si ves a mi hermana ahí dile que nos iremos dentro de una hora, por favor.

En la mente del duque resonó el tiempo que ella pretendía darle. Una hora era suficiente para conocer un poco más a la chica.

A medida que se acercaban a la plaza, los murmullos de la gente empezaron a surgir.

Phoenix era ajena a todo, incluso había olvidado que el duque caminaba atrás de ella.

Envió a los chicos a la dulcería para que gastaran las monedas que el hombre les había dado. Desde el lugar donde estaba podía vigilarlos con total libertad.

El duque tomó asiento a su lado tomándola por sorpresa.

Dio una rápida repasada a toda la cuadra, habían muchos ojos puestos en ellos.

—¿Qué edad tienen?

Las palabras quedaron atascadas en su garganta. No solo se iba a sentar con ella, también pensaba entablar una conversación frente a toda la plaza.

—Leander tres y Xenia seis.

—¿Qué edad tiene usted?

—Veintiuno, su excelencia— le pareció gracioso el repentino interrogatorio pero le hizo olvidar la gente a su alrededor— ¿Acaso pretende pedir mi mano? Me parece extraño que usted haga esas preguntas.

En su mente pensaba que era una gran posibilidad. Quizás en el futuro no podría aguantar la coquetería de la chica y tendría que casarse con ella.

La Prometida del Duque busca una Aventura. | Crónicas de Dawling Town IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora