Capítulo once.

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Rowland había aceptado el hecho de que la señorita le gustaba y no era solo un gusto pasajero como quien come un dulce para satisfacer un antojo

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Rowland había aceptado el hecho de que la señorita le gustaba y no era solo un gusto pasajero como quien come un dulce para satisfacer un antojo. No. Ella le gustaba lo suficiente como para querer protegerla o incluso darle todo a cambio de nada.

Cuando la dejó en la puerta de su casa ella le regaló esa sonrisa que lo derretía por completo y él se tomó el atrevimiento de besar su mano, cubierta por el guante.

—¿Nos veremos mañana?— preguntó ella.

Algo se removió en su interior ante tal pregunta. Ella quería verlo y pensar en eso le generaba ansiedad.

¿Acaso ella estaba igual de interesada por él? La conocía muy poco pero podía asegurar que ella era así con todos los hombres.

Pero era él quien sostenía su mano y no otro idiota.

—Debemos comenzar con los preparativos— acarició sus dedos— ¿Quiere anunciarlo a la sociedad de manera formal o solo nos casamos y ya?

El tono apresurado con el que hablaba le causó diversión y se tapó la boca para reír un poco.

—Está usted muy ansioso, su excelencia.

—Sabe que necesito casarme cuanto antes— mintió.

Pero ella no lo recordaba y su sonrisa se apagó más no desapareció.

—Es cierto. Me gustaría anunciarlo— se fijó en el hombro del duque donde había caído un copo de nieve— me emociona la idea de ser anunciada como la futura esposa de alguien.

—Entonces lo haremos.

—Veámoslo mañana.

Phoenix sacó el guante y estiró su mano hacia delante dejando que algunos copos de nieve se posaran en la palma de esta.

Era fría y se volvía agua al tocar su piel.

—Excelente momento para nieve.

—Así es, su excelencia.

La mirada en sus ojos le hacía tener pensamientos no aptos para ese espacio. Tenía curiosidad de cómo se verían esos ojos mientras él tocaba su cuerpo.

Espantó esos pensamientos y copió el gesto de la chica para atrapar los copos.

Al despedirse, dejó otro beso en la mano de ella con la diferencia que ahora sus labios no se posaron en el dorso de esta, fueron directo a la palma y sin quitar sus ojos de los de ella.

—Que descanse, señorita.

Después de eso, Phoenix ni siquiera pudo pegar un ojo en toda la noche.

~~~

Amanda llamó a todas sus hijas e hijo a desayunar la mañana del día viernes.

Se haría oficial, su tercera hija se estaba casando con nada más ni nada menos que un duque. Es por eso que enviaría a las mayores por nuevos vestidos mientras Phoenix comenzaba con los arreglos del vestido de compromiso y el de novia.

La Prometida del Duque busca una Aventura. | Crónicas de Dawling Town IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora