Capítulo seis.

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La dulce y coqueta sonrisa de Phoenix no salía de su cabeza más debía trabajar en sus deberes como el duque de Waldrom

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La dulce y coqueta sonrisa de Phoenix no salía de su cabeza más debía trabajar en sus deberes como el duque de Waldrom.

Tomó los papeles que debía presentarle al Rey y dejó la casona. Para su suerte, debía pasar por la calle donde vivía la hermosa chica y si tenía más suerte, podría verla en su jardín.

Llevaba tomando esa ruta toda la semana y solo la había visto dos veces sin que ella lo notara.

Se preparó en la ventana para observar a la mansión. Sorpresa se llevó al ver una angustiada Phoenix junto al vizconde de Erlam.

Se había dado el tiempo de investigarlo a detalle y podía decir que no le caía bien.

Phoenix estaba aburrida del vizconde, estaba harta de su presencia y no poder despacharlo a su antojo la tenía angustiada. Eso no sería digno de una dama y además sería una gran falta de respeto hacia su familia.

Siguió escuchando hasta que él se cansó y se fue. Ojalá fuera otro hombre el que le hablara con esa desesperación.

Aunque si Waldrom le hablara así de seguro no le gustaría. Porque a ella le gustaba tener toda su atención pero a la vez verlo esforzarse un poco para tenerla. 

Suspirando se perdió entre los árboles del jardín.

Rowland llegó al castillo unos minutos después. Primero tenía que comprobar que el tal vizconde no fuera un peligro para sus planes.

No lo era.

Entró y el primero en recibirlo fue el príncipe Elisha. Llevaba su traje de la milicia, pulcro y ordenado.

Ahora parecía un miembro de la realeza, sin duda.

—Benditos los ojos que te ven, su alteza— Rowland hizo una reverencia— ¿Qué te hizo usar el traje de guerra?

—Padre quiere vernos así una vez por semana. Espera hasta llegar ahí dentro, seguro te lo pedirá a ti también.

Rodó los ojos pasándolo.

El Rey lo esperaba con los brazos abiertos como siempre.

Discutieron el posible viaje al este luego de que acabara el invierno y sobre tácticas de ataque.

Era el área de Rowland después de todo.

Había estado siete años en la guerra, cuatro como un simple subordinado y tres como jefe general de las tropas. Tenía unas cuantas medallas gracias a eso.

Pero después de siete años no tenía intenciones de volver al campo de batalla. Los rostros aparecían en sus sueños y lo mantenían despierto muchas noches.

El Rey le comentó del retorno del príncipe heredero dentro de los próximos meses. Serían tiempos difíciles y necesitaba su ayuda.

—Quiero que te hagas cargo de la seguridad del pueblo— le dijo con su voz pasiva— te nombraré jefe general de los caballeros del orden.

La Prometida del Duque busca una Aventura. | Crónicas de Dawling Town IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora