¿Estás al día con el último chisme de Dawling Town? ¿No? Pues, Phoenix Lamswood fue vista otra vez frecuentando la casa de un hombre casado. Esa chica no tiene vergüenza ni consideración con su familia. Oh, pasando a otro tema ¿Te enteraste ya que e...
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El duque salió de la casona con su traje de guerra sin ninguna arruga. Era de un color negro acompañado de una capa azul oceano de terceropelo.
Un color bastante llamativo a decir verdad.
Llevaba un broche de oro en el hombro izquierdo que le sujetaba la capa. Tenía la forma de luna llena con el sello de la corona en el centro.
Un traje muy parecido al del príncipe Elisha. Las diferencias más visibles eran la figura del broche y los detalles dorados en la tela negra.
Le gustaba a pesar de todo. Era cómodo cuando a la hora de defenderse.
El sol recién comenzaba a salir cuando Rowland bajó del carruaje y se adentró al palacio.
Primero que nada tenía que hacer su trabajo, luego ir al centro del pueblo para pasar por el banco.
Se veía inquieto y el Rey lo notó.
—¿Algo que esté atormentándote?— firmó el último papel— Puedes decirme, muchacho, haré lo que sea por ti.
El duque lo sabía, lo tenía bastante claro pero quería hacer esto por sí solo.
—No es nada, su alteza— guardó los papeles— si todo resulta como lo planeado Elisha estará dejando noticias pronto.
—Ese muchacho. Lo único que hace estos días es meterse en problemas— fuera de parecer enojado, el Rey parecía divertido— se parece mucho a mi. Entiendo que al no ser el príncipe heredero no tenga ese sentido de responsabilidad pero nunca se sabe lo que puede pasar en el camino. Eleazar sigue en las cruzadas donde el peligro es inminente.
—Si me permite, su alteza, creo que el príncipe heredero está bastante capacitado para ser el próximo Rey. Esperemos que esté de vuelta pronto con la gracia divina.
—Lo sé— se puso de pie para terminar la reunión— mis hijos son mi más grande orgullo. Pueden ser muy diferentes y darme muchos problemas pero siguen siendo mis niños.
El duque sonrió y se despidió. Cuando viera a Elisha se encargaría de molestarlo.
Dejó el castillo a paso apresurado, no tenía más tiempo que perder y tenía que llegar al banco antes de las dos de la tarde.
Le indicó al cochero que fuera lo más rápido posible.
Por suerte llegó a tiempo pero no consideró la cantidad de gente haciendo depósitos o retirando dinero, como él estaba a punto de hacer.
Le esperaban unas dos horas más de espera.
¿Acaso el mundo le estaba dando alguna señal?
Por otro lado, en la casa Lamswood se comía en un silencio pulcro. El único sonido que se escuchaba eran los servicios contra los platos.