Capítulo trece.

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—¿Qué hace aquí, señorita?

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—¿Qué hace aquí, señorita?

—Su excelencia— enderezó su postura y pasó el dorso de su mano sobre la boca para asegurarse que no había babeado— ¿Por qué está en el suelo?

—Yo pregunté primero.

El tono cálido y amistoso que empleó solo hizo que Phoenix se replanteara la inesperada visita.

De todas formas siguió adelante.

—¿Prefiere flores azules o rosadas?

—Azules.

El azul combinaba con sus ojos así que la respuesta no fue difícil para él aunque no pudo evitar sentirse desconcertado con su pregunta.

Asintió y dudó unos segundos. El duque notó que aún no terminaba así que decidió darle un empujón para hablar.

—¿Hay algo más?

—¿Es verdad que usted tocó a la señorita de Terrell?— preguntó ahora sin rodeos.

—No— frunció el ceño.

No recordaba quien era la señorita de Terrell pero si estaba seguro que no había tocado a ninguna mujer, no en mucho tiempo y se atrevía a decir años. Pero ahora que lo pensaba mejor, la única mujer que había tocado con otras intenciones era ella, la chica que tenía enfrente.

—Bien, eso era lo que quería saber, es hora de que me vaya.

—No tan rápido— le tomó la mano para que se sentara otra vez— ¿Eso era todo?

—Si.

—¿Por qué?

—Sally Terrell dice que usted la tocó más de lo debido en el baile, no le creí pero de todas formas quería saber si usted era ese tipo de hombre, mis disculpas, su excelencia.

Rowland sonrió ante lo rápidas que salieron sus palabras. Acarició la mano que aún no había soltado y dejó un suave beso en ella.

—Me casaré con usted por lo tanto no hay otra mujer en mi vida hasta que nuestro acuerdo se termine.

Phoenix quiso rodar los ojos ante la mención del maldito acuerdo. Con esos gestos tan románticos se le olvidaba que el matrimonio era una farsa y comenzaba a creer que él en realidad sentía algo por ella.

Tenía que mencionar el infeliz acuerdo. Intentó retirar la mano pero él se lo impidió. Entrecerró los ojos y Rowland le devolvió la mirada de la misma forma.

—No lo sé, los hombres tienen necesidades, no me molestaría si usted tuviera una querida mientras estamos casados.

—¿Por qué tendría una querida si la tendré a usted?

—Eso suena a que seré un cuerpo para su satisfacción propia, su excelencia.

—Ambos podemos disfrutar, eso se lo aseguro.

La Prometida del Duque busca una Aventura. | Crónicas de Dawling Town IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora