Capítulo cuatro.

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Althaia se perdió en su habitación apenas se bajaron del carruaje

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Althaia se perdió en su habitación apenas se bajaron del carruaje. Seguramente a leer su nuevo libro o quizás a escribir una carta para sus hermanas en el internado.

Lo que nadie sabía era que ella se había lanzado a la cama con la mirada fija en la ventana.

De seguro el conde ahora estaría pensando en ella como una chica promiscua que intentaba coquetear con él.

¿Cómo lo miraría a los ojos desde ahora en adelante?

Dejó salir un grito de frustración que se escuchó en las habitaciones contiguas.

Phoenix se rio con el oído pegado a la pared de su habitación. Era divertido saber que su hermana estaba metida en un lío amoroso.

Al menos alguien en esta familia tenía la posibilidad de amar y ser amada.

Amor.

A su mente llegaron las palabras del duque, "el amor es algo importante en una pareja".

Se le hacía raro que él pensara de esa forma. Quizás lo había juzgado mal.

Bien, no pensaría más en el duque ojos de mapache porque estaba segura que empezaría a suspirar por los rincones y no quería eso.

Se separó de la pared y fue en busca de su madre, tenía curiosidad sobre algo.

Se detuvo en la puerta cuando sus pensamientos volvieron a ese hombre de cabellos negros.

Dejó salir un bufido y caminó escaleras abajo.

Amanda se encontraba en el gran salón de la casa. No estaba sola y Phoenix tuvo que disculparse al entrar sin anunciarse.

El conde de Dallum estaba sentado a la mesa.

Cuando él puso sus ojos en ella sonrió de manera perversa sin que ninguna de las dos se diera cuenta.

—Mis saludos, conde— hizo la perfecta reverencia y se acercó a su madre— mis saludos, madre.

—Toma asiento, Phoenix, el conde y yo estábamos por terminar nuestra plática.

—¿Qué lo trajo hasta la mansión, conde?— la joven se sentó bajo la atenta mirada del hombre.

—Solo quería hablar unas cosas con su madre— jugó con sus dedos— y comprobar algo.

La mirada en sus ojos era extraña y a Phoenix le dio escalofríos. Se convenció a sí misma que era una idea totalmente equivocada.

—Tome uno de nuestros carruajes— Amanda se puso de pie para despedirlo— está haciendo frío.

—Muchas gracias, Amanda, pero me temo que tendré que rechazar la oferta, me encanta caminar en días helados.

La madre de la joven solo sonrió para no demostrar su sorpresa. No entendía a los jóvenes de hoy en día y sinceramente no quería tomarse el tiempo de entenderlos, suficiente tenía con sus hijas.

La Prometida del Duque busca una Aventura. | Crónicas de Dawling Town IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora