Capítulo ocho.

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El ojo de Phoenix temblaba bajo la atenta mirada de su madre y su hermana mayor

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El ojo de Phoenix temblaba bajo la atenta mirada de su madre y su hermana mayor.

Llevaban unos diez minutos viéndola, intentando entender qué había visto el duque en ella.

Si bien Phoenix era considerada la más hermosa de las hermanas, también era la más problemática de las diez.

Simplemente no podía entender cómo su hija había sido pedida por un duque ¿Acaso al joven le faltaba un tornillo?

—¿Dejaste que te tocara?— saltó a la conclusión al mismo tiempo que la golpeaba con un almohadón— Tu reputación está en el suelo y ahora ¿Dejas que un hombre recién llegado al pueblo te toque a su gusto?

—No me tocó en ningún lado— bufó y enderezó su postura— bueno, tomó mi mano la primera vez que nos vimos y bailamos, nada más.

—No puedo entenderlo. — Amanda se tomó la cabeza— Habló de amor, dijo que estaba enamorado.

—Debe haber un error— se puso de pie— iré a hablar con él ahora mismo.

—No irás a ningún lado— Phile respiró profundo— aceptamos su propuesta, Phoenix, te casarás con él.

Si ellas no podían creerlo, Phoenix estaba peor. Es por eso que esperó a que su madre y hermana desviaran la mirada para salir corriendo. Casi rodó por las escaleras pero nada la detuvo.

Subió al carruaje que estaba listo para llevar a Althaia con su prometido.

—¿Qué haces aquí, Phoe?

—Estoy secuestrando tu carruaje— sacó la cabeza— a la casona del duque de Waldrom.

—¿Qué harás?

—Iré a ponerle fin a este absurdo.

Althaia se acomodó en el asiento y sacó su libro. No quería ver a su prometido después de todo.

Los pensamientos seguían corriendo en la cabeza de Phoenix. No tenía ni idea de qué le diría al duque.

Por un lado se sentía feliz de que un hombre la tomara en serio e hiciera la pedida formal, no con juegos de niños esperando algo a cambio antes de dar el gran paso.

Por el otro, le molestaba la idea de renunciar a sus sueños.

Le dio un beso a Althaia en la frente para tener más suerte y bajó del carruaje a la velocidad de la luz.

Pasó a Theophilus quien quedó con el saludo en el aire. Su amigo debía prepararse porque la fiera había llegado a su casa.

—Señorita ¿En qué puedo ayudarla?

Simeon ocultó su sorpresa al ver a la chica que tenía a su amo soltando suspiros y sonriendo sin sentido por los pasillos. Solo le regaló una sonrisa enorme.

La Prometida del Duque busca una Aventura. | Crónicas de Dawling Town IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora