Capítulo diez.

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—No esperaba que dijera eso, su excelencia— lo miró sobre su hombro— incluso yo me sorprendí

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—No esperaba que dijera eso, su excelencia— lo miró sobre su hombro— incluso yo me sorprendí.

—No tiene caso esconderlo, pronto todo el pueblo lo sabrá.

En eso tenía razón pero ni Phoenix estaba preparada para tal información.

En un grato silencio, los cuatro llegaron al puesto de la familia Lamswood. Era una de las pocas familias de la aristocracia que participaba en estos eventos pero era una tradición que el antiguo marqués les había inculcado y debían respetarla.

Llegaron al mismo tiempo en que Althaia salía a paso rápido con su prometido detrás.

—Ellos no se llevan bien— susurró Phoenix hacia él— será un matrimonio terrible.

—Oh por Dios— Amanda salió para quitar a Leander de los brazos de duque, no sin antes darle una palmada en el brazo a Phoenix— su excelencia, no puedo creer que esta niña desconsiderada le haya hecho hacer esto.

—No grites que Leander duerme— dijo la joven frotando su brazo.

—No se preocupe, señora Lamswood, simplemente no podía dejar que la bella dama cargara con el niño todo el camino.

—En ese caso se lo agradezco mucho— le dio una mirada a su hija y chasqueo la lengua— vayan a dar una vuelta a la feria, disfruten el tiempo a solas.

—¿No necesita ayuda, señora?

—Para nada, está todo listo— dejó al niño sobre unas capas de ropa— por favor, sea el primero en probar el pavo.

Rowland tomó un servicio que ella le entregaba y sacó un trozo del gran pavo, aprovechó también de tomar unas cuantas verduras y llevárselos a la boca. Estaba delicioso y se encargó de alabar la comida de la señora.

Phoenix se deleitó con la boca del duque sin que él se diera cuenta. Jugosos y apetecibles. Pensamientos poco decorosos para una dama de sociedad. 

Antes de que se fueran, Amanda le hizo una seña a su hija para advertirle que debía comportarse. Ella solo le sacó la lengua.

Ambos jóvenes se pusieron en camino a recorrer los puestos. El duque incluso le había ofrecido el brazo para caminar y ella lo aceptó gustosa.

Las miradas en ellos no tardaron en llegar pero ninguno de los dos lo notó, estaban tan insertos en su propia conversación que tampoco notaron lo cerca que se encontraban.

Y no era una cercanía física, era emocional.

—Mis padres murieron cuando yo tenía nueve años— le dijo esperando a que tomara asiento— ellos trabajaban en el palacio, mi madre enseñaba danza y mi padre era cocinero.

—¿Cómo...?

Phoenix no podía entender cómo podía ser duque si su padre no lo era. Sin duda, era una pregunta que todos se hacían cuando se enteraban.

La Prometida del Duque busca una Aventura. | Crónicas de Dawling Town IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora