Templo - Capítulo 2

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El aire era frío e incómodo, por más que me acomodara siempre había una parte de mi que sufría por este debido a la manta que tenía varios agujeros y parches. Por otra parte, Neun usaba el viejo futón de nuestra madre, prefería que el disfrute los pocos lujos que le podía dar los cuáles eran bastantes limitados.

¿Qué hora es?

Me pregunté mientras me incorporaba lentamente, mi vista se iba paseando por la cocina sucia y no pude evitar pensar que era un perfecto día.
Me acerqué a mi hermano y lo revisé con atención a cada detalle, parecía que estaba bien y eso me provocó un gran alivio. La última vez que me asustó fué cuando tenía una temperatura tremendamente alta al grado que me imaginé que moriría en mis brazos es misma noche.
Sacudí mi cabeza para terminar de despertarme e ir por comida y más medicina en cuanto antes. Me preparé y salí por la parte trasera ya que no quería que ninguna ráfaga de frío le llegase, lo miré unos cuantos segundos para luego partir.

El pueblo estaba blanco, había una gentil nevada, parecía que la tormenta de anoche era nada más que un mal sueño pero aún me dolía el brazo y la espalda. Tenía que seguir, hoy por lo menos tengo que comer algo, aunque sea pequeño.
Me dirigí al mercado que no estaba muy lejos, caminé algo apurada para llegar antes de que comenzara a llegar más gente.

Al llegar a la entrada, me llegaron inundables olores a mi nariz: pan, fruta, flores, etc.
Olía demasiado bien, inevitablemente se escuchó como mi estómago rogaba algo de alimento y sin pensarlo más, me adentré rápidamente.
Cree una "manera" de robo, caminar tranquilamente por los puestos mientras con mi mano opuesta a estos, tomaba las cosas rápido por detrás de mío para luego esconderlos en mi bolso.
Después de unos cuantos minutos, pude robar 2 duraznos, una pequeña bolsa de arroz y unas cuantas especias pero lamentablemente faltaba lo más importante, la medicina.
Esa no era conveniente que la robara clandestinamente ya que siempre había cerca de 5 oficiales vigilando aquella zona, lo más viable era robar dinero y comprarla.
Buscaba a una víctima fácil pero había un problema, si quería una víctima así, tendría que esperar a más personas llegaran al mercado, sin embargo, eso significaría más oficiales por todas partes.
En lo que esperaba a que la multitud creciera, revisaba si encontraba algún que otro yen, sin mucha suerte, solo logré encontrar 10 yenes en el suelo.

Vaya mi suerte.

Solté un suspiro mientras levantaba la mirada y ví a una señora bastante distraída con un hombre, parecía un blanco fácil y no pude evitar reconocer que portaba un lindo bolso pero me dolió un poco pensar así, siento que cada vez me parezco a un criminal.

¿Podría robarle su bolso?

Me acerqué lentamente por debajo del puesto, sentía que me delataría mi ruidoso corazón a la vez que sudaba bastante.
Sí llegaba a atraparme, capaz que nuevamente un fuerte castigo doloroso me terminaría buscando.
Sin vacilar, lo tomé velozmente y me alejé lo más rápido que pude mientras escuchaba sus gritos de horror y como los oficiales venían tras mío a lo lejos.

Maldición, espero poder salir de esta.
Presiento que está vez podrían romperme los huesos.

Conforme escapaba más y más guardias comenzaron a salir de distintas direcciones, todos persiguiéndome iracundos debido a que contaba con cierto reconocimiento de ladrona en el lugar.
Doblé una esquina esperando perderlos hasta que choque con uno casi el doble de mi tamaño, no pude evitar paralizarme del susto, me sujetó de mi largo cabello y me levanto por los aires haciéndome gritar mientras trataba de patearlo, me dolía demasiado, creí que me lo arrancaría de un tirón.
De pronto, se originó un disturbio entre la multitud a lo lejos y el gran oficial que me suspendía en el aire se logró distraer, aproveché para darle una patada en su gruesa mandíbula logrando soltarme y me alejé, no presté atención al revuelo que pasaba ya que me importaba más salir de aquella situación peligrosa.
Me dirigí velozmente al templo ya que era el último lugar donde me buscarían.
Suspiré aliviada al ocultarme detrás de uno de los pilares que sostenían el edificio.

¡Perfecto! Ahora tengo dinero, podremos estar tranquilos por hoy.

Cuando me preparaba para salir del aquel lugar, ví como entró un hombre bastante alto el cual portaba un abanico enorme que hacía juego con su larga y elegante capa, no lograba ver su cara debido al pilar de piedra que me escondía.
Me intimidó bastante al ver ambiguamente sus brazos, se notaba que era una persona fuerte debido a como se marcaban sus músculos.
Volví a pegar la espada al pilar rápido a la vez que contenía la respiración y callaba.
El hombre se detuvo justo al lado de mi escondite, ví como una gran mano se acercaba a mi hasta que un oficial lo interrumpió.

- ¡Hey! Disculpe señor, ¿Qué intenta intenta tomar? Este es un templo sagrado. No se permite recoger nada de este.-

-Oh, disculpe, simplemente se me cayó una joya de mi ropa. -

Al decir eso, el hombre de los abanicos salió del lugar lentamente mientras sacudía estos de forma elegante.

¿Por qué mintió? Estaba claro que me descubrió.

No decidí indagar más en el tema y me dirigí lo más rápido que podía a casa, no quería pensar en eso al estar fuera de casa.

-¡Hermana! ¡Llegaste! -

Oí la voz de Neun y eso me dió una enorme satisfacción, era evidente que estaba muy bien. ¿Qué más podía pedir?
Obtuve dinero, me logré escapar de esos oficiales abusivos e incluso robe especias.

-¡Mira hermano! ¡Te traje duraznos! ¡Hace mucho que no comemos! -

Le dí uno en cuanto antes, su mirada de impresión y alegría era realmente gratificante, sabía lo mucho que le encantaban.

- Anda, come, más al rato iré a comprar tu medicina, ¿Si? -

-¡Bien!- ¡Cof! Yo te esperaré aquí -

No pude evitar acariciar su cabeza, hoy fue un día espléndido, sin embargo, aún me preguntó por qué me ayudó aquel hombre...

Ni siquiera logré ver su cara.

𝐿𝑜𝑡𝑜 𝑑𝑒 𝐻𝑖𝑒𝑙𝑜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora