Celos - Capítulo 10

11.1K 1K 985
                                    

Llegaba al fusuma de mi habitación, el frío era algo intenso gracias a el amanecer, miraba al cielo disfrutando aquel refrescante viento.

Cierto, no eh dormido, no sé si estuvo bien que me haya quedado ahí toda la noche, estoy taaan agotada.
Estaba confundida gracias a muchos sentimientos encontrados, por una parte, sentía un miedo enorme hacia él pero a la vez tan atraída, mi mente divagaba hasta que recordó la cuestión más importante.

¿Por qué quiere mi sangre?

Me quedé pensando mientras trataba encontrarle una explicación coherente y lógica, pero solo se me ocurrió que por ser alguien especial necesitaba consumir sangre o tal vez sea una manía.
Ninguna de mis hipótesis me convencía, sería mejor que le preguntara en cuanto antes pero algo interrumpió mis pensamientos.

– ¡Hey! –

Voltee a ver quién gritaba mi nombre, era Samiku dirigiéndose a mi con un semblante muy molesto para luego darme una bofetada fuerte al grado que perdí el equilibrio y caí fuertemente, la miré confundida.

– ¡¿Qué? ¿Q-Qué hice?! –

– Sabía que era un error aceptar una rata de la calle, ¡Solo comienzas a ganar confianza y te aprovechas! –

Tu tono de voz era de rencor y furia al grado de pensar que me golpearía con todas sus fuerzas, no entendía que hablaba, ¿Aprovecharme? ¿De qué?
Pensé mientras la miraba con angustia.

– ¡No sé de qué estás hablando Samiku! ¡No e hecho nada! –

– ¡Cállate! Te ví escapando de la sección prohibida del señor Douma mientras hacía mi patrullaje del amanecer. –

– No es lo que piensas, ¡Lo puedo explicar! –

–No es necesario, se nota tus intenciones con solo verte, ¡todo tu kimono está suelto! –

Recibí otro golpe de su parte haciéndome sangrar, cuánta fuerza tenía esta mujer, trataba de quitármela de encima mas me comenzó a ahorcar fuertemente, la herida reciente dolía demasiado, el oxígeno me comenzó a faltar logrando que mi vista se hiciera borrosa mientras me desmayaba.

                                 • • •

Desperté en mi habitación al medio día, miraba a mi alrededor, al moverme un poco sentía un dolor en todo mi cuerpo, me dí cuenta que estaba vendada del hombro y nuevamente del cuello.

– ¡Hermana! –

Dijo Neun con preocupación y alegría mientras se acercaba a mi dándome un abrazo fuerte, correspondí con la misma fuerza, no pude evitar preguntar qué había sucedido. 

– Bueno... Te encontró el señor de mantenimiento siendo atacada por la jefa del personal, estabas sangrando bastante por la nariz y una enorme herida que tenías en un hombro, se preocupó bastante ya que no respondías, la señora Samiku gritaba que ella no te había hecho nada aparte de muchos insultos.
Después de traerte aquí y curarte, el señor Douma la llamó y no a vuelto. Supongo que la despedirá. –

Me quedé sorprendida por ello, pensé que a mí me echarían, vaya suerte que corrí.

¿Por qué me atacó?

Según yo, el mayor castigo era ser despedido y no recurrir a la violencia.
Miré los vendajes de mi hombro y los toqué, por alguna razón, mi corazón latió fuertemente.

– ¿Te lastimó la señora el hombro? Me sorprendió mucho que te trajeran sangrando. –

La mirada de Neun estaba llena de angustia, comprendía cómo se sentía por lo cual le sonreí.

– No lo recuerdo muy bien, pero ya no les des más vueltas al asunto, iré a continuar mi trabajo, ambos sabemos que no me puedo quedar en cama, descansa tu por mí. –

Reí un poco para tratar de disminuir la tensión del ambiente, me puse de pie y salí de la habitación.
Desafortunadamente, no podía quedarme en cama por más que quisiera, tenía varios pendientes y decidí hacerlos rápido para descansar el resto del día.
Hice los de menor impacto: barrer, lavar platos, limpiar el suelo; iba caminando en uno de los pasillos del exterior para lavar unas mantas, el aire era algo fuerte y la una de las mantas se pegó a mi cara molestándote para ver, mientras luchaba para quitármela, sentí como alguien chocaba con mi hombro, me dí cuenta que era la señora Samiku.
Se acercó a mi de manera intimidante arriconandome.

– Escucha maldita, no dejaré pasar esto, corriste con mucha suerte pero no te volveré a dejar acercarte al señor Douma de nuevo. –

– ¡No me dejaré intimidar de nuevo! Estoy harta de usted, siempre me encarga la tareas más difíciles, ¿Y ahora me golpea al grado de casi matarme? ¿¡Por qué?! –

El ambiente se volvió pesado gracias a un silencio, fue cuando comprendí lo que sucedía.

– Está enamorada de él, ¿Cierto? –

Me miró con una ira enorme al grado que me erizó la piel.
Era obvio, me atrapó en el peor de los casos, la miré por unos segundos esperando respuesta pero solo bajó la mirada.

– Si te vuelves a acercar a el, lo lamentarás. –

Dijo para darse vuelta violentamente, era obvio que malinterpretó toda la situación, bueno, no del todo...
Continué mi camino mirando repetidas veces la dirección donde se había ido, temía que me apuñalara o algo.
Llegué por fin al lago donde se lavaban las telas y ropas, estaba sola y eso me produjo una sensación de alivio.

No sé qué haré, sí el señor Douma me continúa llamando y haciéndome aquellas mordidas, no sé de lo que es capaz Samiku, será lo ideal que comience a limitar nuestros encuentros.
¡Si! Huiré en cuanto lo vea pero me duele un poco aceptar eso.

Espera...

¿Me está doliendo dejarlo de ver?

Realmente no sé que estoy pensando, es como si me hiciera adicta a ese miedo, definitivamente estoy rara últimamente.

El cielo se comenzaba a inundar de nubes de tormenta mientras se escuchaban estruendos de estas, me dí prisa para ir a mi habitación descansar por fin, en cuanto me dí vuelta choque con algo asustándome y cayendo de la impresión.

– ¡Ah! U-Una dis- ¿Eh?–

Tenía a unos pocos centímetros de mi cara al señor Douma, estaba demasiado cerca, sentí como acariciaba mi pierna por debajo de mi arruinado kimono, mi sorpresa era enorme, su mano subía y subía cada vez más y me terminé alejando rápidamente.

– ¡D-Disculpe! Pero, no quiero-  –

El solo me veía por unos segundos con una sonrisa divertida.

– Es por Samiku, ¿Cierto? Llevo un largo tiempo considerado despedirla, siempre es cruel con las nuevas asistentes, pero me e rehusado ya que dirige muy bien el santuario. –

– ¡Pero dijo que me haría algo si me veía con usted! No quiero correr ningún riesgo. –

Dije mientras levantaba las mantas y me prepara para irme.

– Ya veo, entonces seré más precavido. –

Dijo mientras soltaba unas carcajadas, me sonroje y dí vuelta lista para irme hasta que escuche su voz al lado de mi oreja.

– No me puedo permitir dejar de saborearte. –

Sus manos acariciaban mi espalda de arriba a bajo lentamente, no lo aguanté y salí corriendo cubriendo mi cara con las mantas.

¡¡No sé que estoy haciendo!!




𝐿𝑜𝑡𝑜 𝑑𝑒 𝐻𝑖𝑒𝑙𝑜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora