Epílogo - Un pequeño loto de hielo.

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Douma abrió los ojos rápidamente intentado ver por última vez a su amada pues era consiente que no la vería por mucho tiempo gracias a su destino, sin embargo, su aliento se escapó de su boca al percatarse que su alrededor estaba vacío, un extenso páramo blanco se extendía hasta el infinito, al tratar de moverse se dio cuenta que su cuerpo nuevamente estaba completo. Miró sus manos perplejo tratando de comprender que sucedía y repentinamente sostuvo su pecho angustiado mirando a todas partes dándose cuenta que estaba solo, el miedo poco a poco lo comenzaba a invadir.

- ¿D-Dónde estoy?... -

Mustió paseando su mirada por instinto, no había señal alguna de alguna presencia divina o algún infierno como lo tenía en mente, todo lo que había ante sus ojos era un vacío abrumador. Sus labios temblaban pues sus propias acciones lo habían alejado de la humana que tanto anhelaba, soltó un suspiro pesado mientras daba unos cuantos pasos hacia delante. 

- Tú no naciste para ser humano. - 

Escuchó como hablaba una voz a sus espaldas, este miraba nervioso por todas partes hasta dar con una figura envuelta en un humo oscuro que parecía tener conciencia, poco a poco aquella nube se volvía más nítida, hasta que este se sobresaltó encogiendo sus pupilas incrédulo al darse cuenta de quien se trataba: Era su propia madre, se presentaba como aquel día en el que había muerto, comenzó a hablar con un tono despectivo y calmado.

- Hijo mío, tú no fuiste destinado a ser un humano, eras un dios que debía ayudar a todas aquellas personas que necesitaban ser salvadas, esa era tu razón de existencia, incluso siendo un demonio los podías ayudar, tu podías escuchar a los dioses... ¿Por qué te interesaste en tener una vida como un humano ordinario? ¿Por qué dejaste que aquella joven te envolviera del asqueroso deseo carnal? Eras tan perfecto... y mírate, un dios que se dirige directo al infierno. Nos fallaste, nos decepcionaste; di a luz un niño inservible y vació. - 

Douma no podía decir nada, aquellas palabras perforaron su ser al punto de cuestionarse de lo que hizo en vida recordando las palabras de Kibutsuji: "¿Realmente te enamoraste?" Pues, ¿Cómo alguien sin emociones puede sentir algo? Apretó sus puños mientras lágrimas heladas recorrían su rostro pálido. Su madre continuó mientras sonreía falsamente manteniendo aquella presencia tranquila.

- Lo que nos hace humanos y demonios son nuestras emociones y nuestros sentimientos que fue con lo no que naciste. ¿Qué eres entonces? ¿Qué será de ti? -

Douma suspiró fugazmente para luego levantar su mirada.

- Y-Yo... ahora mismo siento, siento tristeza, dolor, furia y desesperación.  Siento como mi corazón late, tal vez fue tu culpa en no enseñarme que era ser una persona ya que me utilizaron como un dios desde los primeros años de mi vida: escuchaba las penas de las personas sin comprender siquiera que les sucedía. ¿¡Sabes cuántas confesiones de asesinatos escuché?! ¿¡Cuántas personas confesaron herir a sus seres queridos de las peores formas posibles?! Y como demonio, minimicé a los humanos como animales estúpidos que pensaban que solo al rezarme irían a una especie de paraíso... Maté a miles con la idea de que hacía lo correcto...-

Las lágrimas se hacían cada vez mas abundantes, después de tanto tiempo por fin comprendió para que venia al mundo pues era una de las incógnitas que lo atormentaba, por más que deseo tener una vida normal jamás se cumpliría aquel anhelo. Odiaba su existencia pero al mismo tiempo deseaba tener una segunda oportunidad como un humano real, cerró sus ojos mientras recordaba aquellas plegarias que escuchaba a diario en su templo, nunca pudo ayudar a todas aquellas personas desesperadas pues solo era una fuente de ingresos. El presenciar la muerte de sus padres y el no saber como actuar terminó deshaciendo lo poco que tenía de cordura, toda su poca humanidad que poseía le fue arrebata a temprana edad.

𝐿𝑜𝑡𝑜 𝑑𝑒 𝐻𝑖𝑒𝑙𝑜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora