El chico nuevo

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Jake sonrió perversamente mientras besaba a la chica, la agarro por el pelo rubio y tiró de él, alejando sus labios y haciendo que la chica gimiera en protesta.

-Ey, cielo, no seas tan impaciente. -susurró él, con voz grave y seductora.

La chica abrió la boca como si fuera a decir algo pero la cerró, callándose lo que sea que quisiera aportar a la "conversación".

-Oh, cierto. -se rio el chico -No puedes hablar, lo tienes prohibido. -recordó mientras volvía a acercar sus caras, para simplemente depositar un suave beso en su mejilla.

-Seguiremos más tarde, si no me equivoco acaba de llegarme correo. -dicho lo cual dejó el pelo de la chica suelto y se alejó de ella, justo cuando otra muchacha abría la puerta, en sus manos había un sobre blanco, que llevaba el nombre del vampiro escrito con pulcra letra.

-Pero qué tenemos aquí...-murmuró Jake, mientras la chica se acercaba con el sobre.

-Le ha llegado por mensajería urgente, señor. -explicó ella, su pelo rojo e inteso como el fuego.

-¿Quién utiliza, hoy en día, la mesajería en vez del móvil? -preguntó Jake para nadie en particular, a la vez que con una sorprendente agilidad le quitaba el sobre de las manos. -Oh, reconocería esta letra en cualquier sitio, parece que Amelí nos extraña, chicas. -dijo con una sonrisa de lado.

Acto seguido abrió la carta, con asombroso cuidado que no le paso desapercibido a ninguna de las Biteli.

Jake empezó a leer la carta en silencio, a medida que su lectura avanzaba, su cara pasaba por diferentes fases, desde la confusión y la sorpresa, hasta la incredulidad y la diversión.

-Vaya, vaya...-susurró más para sí mismo que para las chicas que lo acompañaban. -Esto es muy interesante. -Jake apartó la mirada de la carta y miró a la chica pelirroja. -Tráeme cerillas, me temo que tendré que quemarla.  -suspiró con disgusto, le encantaba la letra de Amelí, era una pena tener que deshacerse de la carta, pero no podía permitir que aquella información cayera en malas manos.

Aunque bueno, sus manos no eran exactamente buenas.

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-Así que le contaste lo que eres y no se lo creyó. -resumió Eric, un chico con el pelo marrón y ojos verdes.

-Y ahora está cabreada conmigo, no quiere ni verme en pintura. -añadió Rixon con disgusto mientras reposaba su frente en la mesa.

-Tío, eso nos ha pasado a todos. -dijo Eric con una breve risa, como si le resultara divertido, cosa que molestó profundamente a Rixon, que levantó la cabeza para mirarlo mal.

-Me alegra ver que mi sufrimiento te divierte, amigo -dijo con todo el sarcasmo que pudo.

-No te enfades, es la verdad. ¿Acaso crees que suelen creerse a la primera lo de los hombres lobo y todo eso? Bueno, hay algunas que sí, pero por lo general no suelen creérselo tan rápido. -explicó encogiéndose de hombros, como si fuera una ley de la vida.

-¿En serio? ¿Y cómo se hace para que lo crea? -preguntó Rixon, por primera vez realmente interesado en la conversación.

-Algunos van poco a poco, enseñándoles cosas fuera de lo normales, que no pueden ser explicadas de ningún modo. Otros prefieren ser menos sutiles y simplemente se convierten para demostrar que no mienten.  -dijo Eric con tranquilidad -¿Qué harás tú? ¿Ir poco a poco o convertirte delante de ella sin más? 

Rixon no contestó, se quedó callado, sin mirar a ningún lado específico. No muy lejos de ellos, en una especie de cuadrilátero improvisado, dos novatos luchaban, mientras eran vitoreados y abucheados por otros hombres lobo con más experiencia.

¿Qué iba a hacer él? 

No tenía la más mínima idea.

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Laia no podía evitar estar preocupada, era el tercer día consecutivo en el que Rixon faltaba a clase. ¿Le habría pasado algo? ¿Estaría enfermo?

¿O simplemente no quería volver a verla después de que ella lo echara de su vida?

Visto así, ella ni siquiera tenía derecho a preocuparse. Pero era inevitable, aún le costaba estar en el instituto sin Rixon, bueno, en el instituto o en cualquier otro sitio. Pero su orgullo, maldito fuera mil veces, no le permitía dar marcha atrás.

-Pareces preocupada. -dijo una voz, que para Laia empezaba a hacerse habitual.

Levantó la mirada del libro que fingía leer desde hacía un buen rato y observó a Elijah. En realidad no sabía absolutamente nada sobre ese chico, excepto su nombre, que iba en su clase y que era nuevo.

Y sin embargo, en los tres días que había estado sin Rixon, había tenido un montón de encuentros casuales con el chico.

Normalmente se veían en la biblioteca, todo había empezado tras encontrarse en ella una vez y después otra y otra, hasta que Laia acabó yendo todos los recreos. 

No sabía cómo, pero siempre tenía la certeza de que el chico estaría allí y eso le provocaba una sensación de seguridad, solo comparable con como la hacía sentir Rixon.

-Me pelee con un amigo. -las palabras se escaparon solas sin que Laia pudiera hacer nada para impedirlo.

-¿Algo grave? -preguntó Elijah sin cambiar su tono de voz, no era un chico muy expresivo.

-Bastante. -respondió Laia suspirando y llevándose las manos a la cabeza. -Es que...es complicado...

-Entiendo. -asintió Elijah. -Te gusta. -afirmó en seguida.

-¿Qué? ¡¡No!! -medio chilló Laia ganándose una mala mirada de la bibliotecaria, pero poco le importó, mientras sentía sus mejillas enrojecer, murmuró: -No me gusta, es solo un amigo, mi mejor amigo...o al menos lo era...-susurró con tristeza.

-Entonces tú le gustas a él. -dijo Elijah con simpleza.

Laia se apresuró en negar con la cabeza.

-No, para nada. -negó Laia. -Nunca se fijaría en mí.

-Pues no lo entiendo, ¿quién no se fijaría en ti? -preguntó Elijah antes de levantarse e irse, dejando totalmente anonadada a la chica.

¿Vampiros? ¿Y qué más? ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora