Halloween II

693 52 0
                                    

Sentía que le faltaba la respiración, las lágrimas se aglomeraban, saliendo a borbotones de sus azules ojos, mientras de su boca salían agudos chillidos de pánico y sus manos tiraban de su pelo con fuerza en un vano intento de despertarse de aquella pesadilla. 

Dio pasos hacia atrás, horrorizada por lo que veían sus ojos, temblando de pies a cabeza, su cuerpo dando fuertes sacudidas por los sollozos. 

Pero en ningún momento dejó de ver el cadáver que había en el suelo, totalmente descuartizado y colocado de una forma macraba y retorcida.

-Dios, dios, dios....-empezó a murmurar fuera de sí y dando pasos hacia atrás.

De repente, sintió unos fuertes brazos agarrándola por detrás y gritó, desesperada y aterrorizada ante la idea de acabar igual que aquel cadáver.

-Ey, tranquila, soy yo, ¿vale? Soy Rixon. -susurró la suave voz de su mejor amigo, mientras este le daba la vuelta, apartando su mirada del cuerpo inerte y la abrazaba con fuerza.

Laia escondió su rostro en el pecho de Rixon, deseando volver atrás en el tiempo, no haber ido nunca a esa fiesta de Hallowen y consiguientemente no haberse encontrado con el cuerpo de un muerto. 

1 hora antes...

-Sinceramente, no entiendo por qué todas esas chicas no dejan de violarte con la mirada. -mintió Laia, siempre mentía cuando se trataba de esos temas, ¿qué iba a hacer si no? ¿Confesarle que era sumamente atractivo y que ni ella misma sabía cómo hacía para no lanzársele encima y violarlo allí mismo? 

No, decididamente no podía decirle algo así, él estaría encantado, desde luego, pero ya tenía el ego suficientemente grande como para aumentarlo más.

-¿A qué chicas te refieres? ¿Las de la derecha o las de la izquierda? -preguntó Rixon con una sonrisa arrogante, señalando con su cabeza ambos lados de la sala donde estaban, en ambos habían chicas pendientes de él.

Laia bufó, ni de coña iba a darle la satisfacción de reconocer lo guapo que era.

-Debe de haber algo raro en el ponche, mejor no lo tomo, no vaya a ser que me contagien algo y me entren ganas de violarte. -como si de por sí sola, no tuviera ganas, le recordó una molesta e innecesaria vocecita. 

-JA JA JA. Me parto de risa, eres tan sumamente graciosa. Te lo juro. Ahora mismo estoy apunto de mearme de risa. -dijo Rixon con la cara totalmente seria.

-Idiota. -dijo Laia con una sonrisa bailando en sus labios.

Entonces se acordó de que tenía algo importante que preguntarle a Rixon y la sonrisa se esfumó.

-¿Rixon? -lo llamó ella y el chico la miró con esos ojazos que hacían que el corazón se le parase.

-¿Qué? -preguntó, mirándola con atención.

-Dime la verdad. -dijo ella, con total seriedad.

-¿La verdad?...¿Te refieres a cuando en cuarto te dije que Emily me había besado? Porque bueno, vale, puede que no fuera ella quien me besó, pero....-empezó a decir él, para desconcierto de Laia.

-No, no me refiero a eso. -negó Laia con la cabeza, ya tendrían tiempo para hablar de con quién se había besado Rixon o no. -Me refiero a lo de la clínica...

La diversión y despreocupación desaparecieron de la cara de Rixon, el cual se mostro tenso y serio, tan serio como pocas veces lo había visto en su vida. A Laia le recordó al día en que su hermano mayor se fue, Rixon se había mantenido en total silencio y con cara impasible, con el cuerpo en total tensión, mientras su hermano mayor, su única familia, se iba en un barco, para posiblemente no volver jamas. 

Laia siempre había tenido la sensación, de que en aquel momento, en la despedida, Rixon había tenido la esperanza de que su hermano se girara y le dijera que había cambiado de opinión o...algo, que le hubiese dicho que le escribiría o llamaría, pero ella tenía bastante claro que él no había mostrado interés alguno en mantener contacto con Rixon.

-No sé de hablas. -susurró Rixon apretando los dientes con fuerza.

-¡Sí que lo sabes! ¡Y estoy harta de vivir con engaños! ¿Crees que no sé que mi madre y tú me ocultáis cosas? ¿Tan ingenua me creéis? ¿De verdad? -le respondió ella, repentinamente furiosa, de repente le daba igual lo desdichado que fuese Rixon, ella también tenía problemas.

-No sabes lo que dices. -setenció Rixon.

-¡Claro que no! ¡Porque no me lo decís! -exclamó ella.

-Tal vez deberías ir a un loquero o al médico, tu caída por las escaleras debió afectarte demasiado. -siseó él, sus ojos brillando peligrosamente, de una manera que Laia nunca había visto. Los ojos de Rixon eran fríos como un témpano de hielo y eso, era totalmente nuevo para ella. 

-¡Eres un idiota! -acabó gritándole, fuera de sí y llena de una ira y una furia que la cegaban. Se alejó de él, a zancadas grandes y veloces, cada vez más rápido, hasta que salió corriendo, corriendo tan rápido como no lo había hecho en su vida.

Estaba harta de mentiras, de que la gente le ocultara una y mil cosas, solo quería saber la verdad, la verdad sobre sí misma.

Su vista se nubló completamente y cuando se recuperó, a su lado, en el frío suelo de un almacén abandonado, estaba un cuerpo totalmente destrozado. 

-Shhh, tranquila. -le susurró Rixon al oído, su voz cálida y calmante. -Todo va a estar bien, estoy aquí, contigo, a tu lado. -le dio un suave beso en la sien y la apretó con fuerza contra sí, como si quisiera protegerla de todos los males del mundo, incluidos él y ella mismos.

¿Vampiros? ¿Y qué más? ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora