Secreto.

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-Hoy estás muy guapa. -habló la suave voz de Elijah en su oído, Laia podía sentir su sonrisa sin tan siquiera verlo.

-Y tú muy descarado. -respondió ella divertida y girándose para verlo, quedando más ceca de lo que había previsto.

-¿Acaso no lo soy siempre? -murmuró él ladeando la cabeza y entrecerrando un poco los ojos, Laia tenía la certeza de que él sabía lo atractivo que se veía así.

Y lo odiaba por ello.

-¿Te sientes orgulloso de serlo? -preguntó Laia, intentando no pensar en lo cercan que estaban.

Al contrario que ella, Elijah parecía de lo más tranquilo estando a tan poca distancia.

-Estoy muy orgulloso de muchas cosas, cielo. -contestó Elijah con una sonrisa de lado y voz sugestiva que incitaba a pensar mal. 

Laia abrió los ojos y lo miró sorprendida, no pudo evitar sonrojarse, lo cual le pasaba a menudo debido a su extrema palidez.

-¿A qué piensas que me refiero, pequeña mente sucia? -preguntó Elijah con diversión y acercándose aún más.

¿Eso chico no sabía lo que era el espacio personal? Bueno, tampoco es como si Laia se fuese a quejar.

-Yo...no...Oh dios, eres tan...-empezó a balbucear Laia nerviosa.

-¿Irresistible? ¿Encantador? -intentó adivinar Elijah sin dejar de sonreír.

-Molesto. -contestó ella rodando los ojos.

-Ya, pues este chico molesto puede hacer....-lo que fuera que Elijah pudiese hacer se quedaría en una incognita, porque se vio interrumpido por un chico que "sin querer" se había chocado con él.

Ese chico, obviamente, no era otro sino el mismísimo Rixon Wolf.

-Lo siento, tío. -le dijo Rixon a Elijah, aunque en realidad no parecía sentirlo mucho.

-No pasa nada, tío. -contestó Elijah con una leve burla en su voz y mirándolo con desagrado.

La tensión era tan palpable entre ambos que se podría cortar con un cuchillo.

Laia pensó en decir que deberían besarse para acabar con la tensión sexual, pero seguramente ninguno de los dos se lo tomaría bien. No lucían como si quisiesen besarse, pero Laia no podía negar que sería interesante verlo.

¿Qué cojones estaba mal con ella? ¿En serio acababa de pensar en que sería una buena idea que Elijah y Rixon se besasen?

-¿Tú qué opinas, Lai? -le preguntó Rixon y Laia parpadeó confundida.

Había estado tan metida en sus pensamientos que no se había dado cuenta de que Elijah y Rixon habían empezado a hablar.

¿De qué narices podían hablar esos dos? Se llevaban como el perro y el gato.

-¿Qué? -preguntó Laia estúpidamente.

-Te preguntaba que si te parece buena idea ir al partido de hoy.  -Laia se lo pensó, normalmente no le solía gustar ir a los partidos del instituto.

El equipo que tenían no era gran cosa, únicamente uno o dos jugadores se salvaban, pero no era suficiente y en casi todos los partidos los machacaban. Lo cual no tenía sentido, en el equipo de fútbol americano todos estaban cachas y lucían como si pudiera darte una paliza, ¿no se suponía que tenían que ser geniales jugando? Entonces, ¿por qué eran tan jodidamente malos?

-Supongo que no estaría mal. -contestó Laia sin mucho entusiasmo.

-Bien, entonces nos veremos allí. -dijo Elijah guiñándole un ojo antes de irse.

Espera, ¿Elijah tambien iba a ir?

¿Se pasaría todo un partido sentada entre Rixon y Elijah?

Dios, sería su perdición, Esos dos apenas y podían estar ante la presencia del otro sin mirarse mal durante unos minutos, ¿cómo iban a soportar todo un partido?

Bueno, tal vez exagerase, a lo mejor podían empezar a llevarse bien en el partido, puede que se dedicasen a criticar a los jugadores, hablar de fútbol y...de cosas de chicos....

¿A quién pretendía engañar?

Iba a ser su ruína. 

-.-.-.-.-.-.-.-.-

-Si te cuento algo, lo mantendrás en secreto. -susurró Anthony lo más bajo que podía, a unos metros de él, dormía Ellen plácidamente, sin darse cuenta de nada.

Anthony suspiró, una vez comprobado que Ellen estaba dormida y no se enteraría de nada, se sentó en el suelo de la habitación, apoyando su espalda en la pared y se decidió a hablar, a contar lo que llevaba años ocultando.

-Nunca quise ser rey, eso no es ningún secreto. -murmuró recostando su cabeza hacia atrás pero sin dejar de ver la figura dormida de Ellen.

-Pero hubo un tiempo en el que me había resignado, había aceptado que mi deber era ser rey y punto...Lo peor de ser rey no es lo de gobernar y todo eso, esa pantomina me daba igual, -suspiró y tragó saliva.

-¿Recuerdas lo mucho que te molestaba cuando eramos unos niños? Siempre estaba tirándote del pelo y esas tonterías. -sonrió con melancolía y miró al techo, como si todos esos momentos le vinieran de repente a la cabeza. -Mis padres pensaban que te molestaba porque eras de una clase un poco menor, no mucho, pero lo suficiente para llamarme la atención.

"Efectivamente me llamaste la atención. No sabía porque pero amaba molestarte, verte haciendo una de tus absurdas pataletas...me encantaba. Y la cosa fue a peor, cuando llegué a lo adolescencia...Dios. No podía dejar de pensar en ti, Ellen.

Nunca te lo dije, pero me enamoré como un loco de ti. -confesó como si fuera su mayor secreto. -Te amé tanto que renuncié a la corona, renuncié a mi familia, a mi sangre, a todo...porque si era rey no podía estar contigo. -su semblante era serio.

Iba a confesarme el día en que me fui, iba a decirte lo mucho que te amaba y las increíbles ganas de besarte que tenía, que me encantaba el hecho de que a la mínima te molestases por todo y arrugases la nariz. Iba a decirte tantas cosas...

Pero cuando fui a buscarte estabas llorando, te habías enterado de que mi hermano, Edgar, se había comprometido. Llorabas por él, sabías que yo me iría porque había renunciado al trono, sabías que a lo mejor no volvías a verme...y llorabas por él. Porque se casaba con otra.

Entonces lo comprendí, jamás me amarías, porque siempre estarías loca por mi hermano, siempre sentirías esa extraña y enfermiza obsesión por él. "

-Al principio dolió. -reconoció Anthony. -Dolió como un infierno, me pasé años y años borracho de sangre, intentando olvidarte. Intentando olvidar todo lo que había perdido...para nada. Ahí está mi secreto, ya te lo conté.

Observó como Ellen se removía suavemente en sueños y sonrió.

-Tonta e ilusa Ellen, nunca te enteras de nada, ¿verdad? -dijo con algo de dolor y se levantó, sin dejar de sonreír con ironía.

-Al menos me queda el consuelo de que mi hermano nunca te verá de la manera en que yo te veía. Y tú nunca sentirás lo que podrías haber sentido conmigo. -sentenció antes de salir por la puerta.

La mano de Ellen se apretó contra la almohada con fuerza, las uñas se clavaron y rasgaron la tela. De los ojos de Ellen caína gruesas lágrimas y miraba hacia el frente fijamente.

-Estúpido, Ícaro. -masculló, una vez que se había asegurado de que se había ido.

¿Vampiros? ¿Y qué más? ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora