Halloween

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-No me puedo creer que en serio nos vean así. –murmuró Elijah con el ceño levemente fruncido, mirando con desagrado a los falsos vampiros y monstruos que los rodeaban.

Dios, realmente odiaba Halloween. No entendía como a Jake podía gustarle tanto.

-Humanos. –respondió simplemente Ellen compartiendo el desagrado de Elijah.

-En realidad algunos de estos disfraces me recuerdan a algunos de los nuestros. –confesó Anthony levemente divertido y mirando a un falso vampiro muy pálido y con colmillos postizos, estaba machado por todas partes de sangre.

-Solo tú podrías encontrar divertido una fiesta como esta, en la que los humanos se burlan de nosotros. –le replicó Ellen rodando los ojos.

-Él y tu hermano. –intervino Elijah mientras se apartaba el flequillo de los ojos.

-Mi hermano es un caso perdido. En muchos sentidos. –resopló ella con fastidio. –Y si le gusta es solo porque las falsas vampiras le parecen sexys. –compuso una mueca de asco y arrugó la nariz.

-Personalmente prefiero a las mujeres lobo. –Confesó Anthony con ligereza –Falsas o reales.

-No sabía que te gustaran las perras. –le espetó Ellen totalmente asqueada, Elijah se dio cuenta de que a Ellen todo parecía darle asco.

Era una tiquismiquis de primera.

-Me gusta contradecir las leyendas urbanas. Y ¿qué mejor para ello que acostarme con una mujer lobo? –Anthony se encogió de hombros sin darle mucha importancia, pero disfrutando de la expresión de Ellen. Le encantaba molestarla. –Además, son unas auténticas fieras en la cama. Tan salvajes y…

-¡No soy Jake! ¡No me interesa lo que hagas o dejes de hacer en la cama! –medio chilló Ellen escandalizada y enfadada, sorprendiendo a Elijah y haciendo reír a Anthony.

-Está bien, está bien…Anda, sigamos con nuestro camino, aún nos queda un buen trecho hasta nuestra nueva casa. –dijo Anthony manteniendo la insinuación de una sonrisa en sus labios.

Debía admitir que al fin y al cabo sí que había algo bueno en tener que volver al mundo de los vampiros, en el fondo había extrañado mucho molestar a Ellen. A veces se sorprendía a sí mismo por lo rápido que volvía a las andanzas de su adolescencia, cuando aprovechándose de su posición molestaba a su antojo a Ellen, sabiendo que hiciera lo que hiciese ella no podría hacer nada para evitarlo. 

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Laia se miró en el espejo, debía reconocer que el disfraz de enfermera muerta no le quedaba mal. Llevaba el pelo un poco rizado, le había costado lo suyo ponerlo así y posiblemente se le desarían los rizos en seguida, pero le había quedado de maravilla. Llevaba los labios pintados un rojo sangre, parecido a la sangre falsa que manchaba su ropa de enfermera.

Oyó que llamaban a la puerta y, dejando de mirarse en el espejo, se encaminó hacia la puerta, sintiendo un extraño cosquilleo en la boca del estómago.

Había quedado con Rixon y eso le producía cierto nerviosísmo, apenas se habían visto depués de aquel extraño episodio en la clínica. 

Ella, tal cual le había dicho Rixon que hiciera, no había vuelto a mencionar nada sobre ello, no había hecho ni una sola pregunta. Sin embargo, cada vez que hablaba con él o no tenía algo que la mantuviese ocupada, las dudas sobre lo que había pasado la atacaban, como un incesante pitido que no estaba dispuesto a cesar.

Por eso estaba decidida a enfrentar a Rixon y a exigirle que le contara la verdad, ese mismo día, para ser exactos. Le daba igual que Rixon no quisiera hablar, lo tendrái que hacer y punto. 

Puede que no le gustase lo que le iba a decir, pero seguir sin saber lo que había pasado no era en absoluto una opción.

Al abrir la puerta se quedó momentánemanete sin respiración. 

Frente a ella estaba Rixon, con el pelo peinado inmaculadamente y con un sombrero negro , unas gafas de sol negras y un traje a juego negro. En resumen, iba todo de negro. En una de sus manos llevaba una pistola falsa.

-¿De qué vas? -preguntó Laia, intentando no pensar en lo guapo y, por qué no decirle, sexy que se veía Rixon vestido así. Era su mejor amigo, nada más, no importaba quue tan guapo fuese, no era algo en lo que debiese fijarse.

-¿No es obvio? -preguntó el resoplando y bajando levemente las gafas de sol para poder mirarla a los ojos, dejando nuevamente sin respiración a Laia. Maldito Rixon y sus sensuales ojos. 

-Para nada. -le respondió ella.

-¡Soy un mafioso! -exclamó bufando y volviendo a ponerse las gafas de sol.

-Pues no lo pareces. -mintió Laia, en realidad sí que lo parecía, una vez sabías de que iba disfrazado, pero le encantaba molestarlo. 

El chico volvió a bufar.

-No sabes distinguir a los mafiosos, mujer, que mal te va a ir en la vida. -le dijo, mientras ella salía de la casa y cerraba la puerta.

-Dudo mucho de que se vistan así .-opinó ella con una leve sonrisa, mientras él le ofrecía un brazo para que se agarrase de él. 

-Y yo dudo mucho de que las enfermeras lleven ropa tan corta. -contratacó él.

-¿Querías que me pusiera algo más largo? -preguntó ella mientras caminaban hacia el coche de Rixon.

-Oh, no me malentiendas. Me gustan las chicas que llevan ropa corta, pero tendré que amenazar a muchos con la mirada. -y sin poder evitarlo, Laia se sonrojó como una estúpida y bobalicona colegiala.

<Es solo tu mejor amiga> se dijo así misma, mientras le veía sonreírle y abrirle la puerta del coche, como si el fuese un caballero y ella una princesa.

Suspiró imperceptiblemente, mientras una sonrisa se hacía lugar en su cara, solo era su mejor amigo, volvió a repetirse, nada más. 

¿Vampiros? ¿Y qué más? ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora