Confiar

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-¿Te has enterado? -preguntó Issac Miracles a su hermano gemelo mientras jugaba a lanzar y atrapar una manzana roja.

-¿Enterarme de qué? -le contestó su gemelo, Ízar, dedicándole una mirada desganada desde su cómoda posición tumbado en la rama de un árbol.

Ambos eran altos, de espalda ancha y hombros fuertes, con el pelo de un rubio casi platino y de miradas glaciales y heladas de un azul casi transparente. Eran pálidos, normal teniendo en cuenta que eran vampiros. Y no cualquier tipo de vampiros, nada más y nada menos que los hijos de Aron Miracles, el rey de los vampiros europeos.

Pero aparte de ser vampiros, poseían una notable y extremada belleza, además había algo en ellos, algo que no sabría explicar, que provocaba que te girases a verlos, que te olvidases absoluta y totalmente de cualquier cosa que estuvieras haciendo. Había algo salvaje en ellos, algo oculto tras esa belleza fría y calculadora.

-Padre quiere que uno de sus hijos se case con la hija del rey Edgar. -le informó Issac que siempre estaba al tanto de todo.

Ízar alzó una ceja, mostrando interés verdadero por primera vez en lo que iba de conversación.

-No sabía que tuviera una hija. -dijo haciendo que Issac sonriera mientras atrapaba la manzana roja, para seguidamente mirarlo con diversión.

-Nadie lo sabía, apareció de la nada. Y dentro de poco formará parte de nuestra...extensa familia. -Issac sonreía burlón, al instante Ízar frunció el ceño y sin tener realmente ganas se levantó de la rama, saltó del árbol en el que estaba y se acercó a su gemelo.

-Que pretendes, hermano. ¿Qué estás tramando? -Ízar conocía demasiado bien a Issac, aquella sonrisa que se posaba sobre sus finos labios no podía ser nada bueno.

Issac puso cara de indignación y se llevó la mano al pecho, en un claro gesto sobre actuado de que se sentía ofendido.

-¿Cómo puedes pensar que yo tramaría algo, dulce y querido hermano gemelo? -preguntó con un leve matiz irónico en sus palabras.

- Te conozco, hermanito. -contestó Ízar con seriedad. -Más te vale no intentar romper este enlace o lo que sea que es esto, puedes tener por seguro que a mi tampoco me hace gracia la posibilidad de tener que casarme con una desconocida, pero no voy a dejar que provoques una guerra entre vampiros por tus tontos juegos y caprichos.

Issac sonrió inocentemente y se acercó más a Ízar.

-¿Cómo piensas evitarlo, dulce y querido hermano gemelo? -susurró Issac en su oído con voz perversa y se alejó.

-Sabes perfectamente de lo que soy capaz, no juegues con fuego, hermanito, no te gustaría quemarte. -advirtió Ízar sin dejarse intimidar.

-Vaya, esto será más divertido de lo que pensaba. -sonrió Íssac con diversión, mientras su hermano lo miraba con el ceño fruncido.

-.-.-.-.-.-.-.-

-O sea que soy una especie de princesa vampira. -resumió Laia ante la atenta mirada de Elijah y Anthony, Ellen estaba custodiando la puerta, asegurándose de que no hubiera oídos indiscretos.

-Básicamente. -asintió Elijah.

-Pero no soy una vampira. -dijo Laia con el ceño fruncido por la confusión.

-De momento solo eres mitad vampira, te falta finalizar el proceso de transformación. -contestó Elijah sin dejar de mirarla, a la espera de que ella dejase de evitar su mirada.

-Proceso que iniciaste al matar a aquella chica en Halloween y alimentarte de su sangre. -añadió Anthony antes de que Laia pudiese hablar.

-¿Yo maté a esa chica? -preguntó Laia consternada y abrazándose a sí misma en un intento vano de transmitirse confort y tranquilidad.

-No fue tu culpa, Laia.- le murmuró Elijah con cariño, cosa que a Anthony no se le paso por alto. -Solo estabas siguiendo tu isntinto, no eras consciente de lo que hacías.

-Pero la maté, maté a una chica inocente. -repitió Laia con la culpa creciendo y abriéndose paso dentro de ella. -Soy una asesina. -se mordió la parte interna de sus mejillas con fuerza, sintiendo el sabor metálico e su propia sangre.

-Los vampiros se alimentan de sangre y para hacerlo matan a humanos la mayoría de las veces. Es algo normal, es cuestión de supervivencia. Como cuando los humanos matan a animales para alimentarse de ellos, no hay diferencia alguna. No es asesinato.

-Pero...la chica a la que maté...-Laia tragó saliva con nerviosismo ante sus propias palabras. -Ella tenía una vida, una familia, amigos que la querían...Yo...le arrebaté su vida...

-Podemos ayudarte, Laia. -aseguró Elijah, consiguiendo que Laia lo mirara, tenía los ojos brillosos por las lágrimas deseosas de salir, pero ella se negaba a llorar frente a ellos. Elijah se maravilló por su fuerza de voluntad, sabía que por dentro se estaba muriendo de ansiedad, pero aún así intentaba calmarse. -Podemos ayudarte a controlar tus impulsos para que no mates a nadie.

-¿De verdad? -preguntó Laia con esperanza.

-Sí, pero tienes que confiar en nosotros.

Durante unos segundos nadie dijo nada, la habitación se quedó en el más absoluto de los silencios, entonces, Laia habló:

-Está bien, confiaré en vosotros.

¿Vampiros? ¿Y qué más? ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora