Nervios

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Laia estaba nerviosa, cada vez quedaba menos para verse con Rixon y no sabía que esperar. ¿Por qué la había citado en el bosque? ¿Qué era aquello que quería enseñarle?

Había estado tanto tiempo sin hablar con él y sin verlo, que la idea de volver a estar a su lado, de sentir su cuerpo a centímetros del suyo, era demasiado perturbadora (aunque no sabía exactamente en que sentido) y estimulante, tal vez demasiado si considerábamos el hecho de que se suponía que era su mejor amigo, un mejor amigo con el que se había peleado para más inri.

Miró el reloj que colgaba en la pared de su clase de matemáticas, tic-tac tic-tac, el momento se acerca, ya queda menos, pronto lo verá.

Y se siente como una quinciañera de un libro de romance, alborotada por un chico, sintiendo un molesto hormigueo por todo su cuerpo y hecha un tremendo un lío. Solo que hay una diferencia, ella no es un personaje de un libro y Rixon no siente nada más allá de la amistad por ella. 

-Pareces ansiosa. -no se extraña o sorprende al escuchar la voz de Elijah, está acostumbrada a ello, sobre todo en matemáticas, que es cuando se sienta justo detrás de ella.

De cierta manera le inquieta tenerlo detrás suya, muchas veces puede sentir su mirada fija en ella, aunque tal vez sean imaginaciones suyas (no sería de extrañar, tiende a tener una imaginación muy voraz). El caso es que a una parte de ella le molesta no saber que expresión está poniendo mientras la mira o qué está haciendo exactamente, pero a otra parte de ella le gusta que él la mire.

Confuso y extraño, su vida se parece cada vez más a un libro adolescente.

¿Debería empezar a preocuparse?

-Quiero que las clases acaben. -murmura, fijándose en que el profesor no se dé cuenta de que hablan, a pesar de que este está más ocupado regañando a uno de sus compañeros.

-Como todos, preciosa. -le responde Elijah con diversión y sin tan siquiera mirarlo, Laia tiene la certeza de que está sonriendo de lado, con burla quizás. 

Es increíble cuánto puedes llegar a conocer a una persona en tan poco tiempo.

-Ahora en serio, ¿por qué estás tan ansiosa? Normalmente estás bastante tranquila, dentro de lo que cabe. -Laia frunció el ceño ante sus palabras. 

-¿Cómo que dentro de lo que cabe? -pregunta sin saber si es algo inofensivo o si la está insultando sin que se dé cuenta. 

-Eres una chica adolescente y hormonal, tu estado natural es el de la ansiedad. -Laia no puede evitarlo, el chico es demasiado gracioso (aunque es posible que lo haya dicho en serio) y acaba sonriendo. -Apuesto un beso a que estás sonriendo. 

-¿Un beso? -pregunta Laia sorprendida.

-Sí, un beso. Si yo gano, me besas, si tú ganas, te beso. -responde Elijah con rapidez y Laia medita la posibilidad de que él haya pensado con anterioridad el tema de besarla.

Se sonroja al instante.

-Y ahora fijo que te has sonrojado. -se ríe él, su risa limpia y profunda hace que algo dentro de ella dé un brinco. 

-Oh, cállate. -le espeta Laia, roja hasta las orejas y reprimiendo una sonrisa.

-Me debes dos besos, preciosa. -dice Elijah y Laia no sabe si lo dice en serio o en broma.

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Rixon agradece no compartir todas las clases con Laia, así ella no puede ver lo nervioso que está.

En el fondo aún no sabe si es buena idea enseñarle lo que es de verdad, aún tiene dudas y teme que en el momento de convertirse algo salga mal y acabe asustando a Laia.

Pero también sabe que es la única opción que le queda si de verdad quiere recuperarla, tiene que conseguir que le crea, porque si no nada será igual, no podrán recuperar su amistad de antes y eso es algo que él no piensa permitir.

-¿Pensando otra vez en la mojigata? -al instante Rixon aprieta los dientes, ha llegado a odiar a Elena con una intensidad pasmosa.

No la soporta, no la aguanta, siempre al acecho como una maldita víbora, siempre lista para atacar con su veneno.

La odia, la detesta.

Pero no puede negar que le atrae.

Le atrae, esa es la verdad. No está enamorado de ella, no tiene pensamientos profundos sobre sus sentimientos, no quiere pasar el resto de su vida a su lado...No la ama, a quien ama es a Laia.

Pero aún así le atrae. Su instinto más primitivo, el de un lobo, se siente atraído por Elena. 

No es difícil el comprender el por qué, los animales siempre buscan a la pareja más fuerte y sin dudas, Elena es muy fuerte y además increíblemente atractiva.

En los planes de Rixon no entra caer en las redes de Elena, todo lo contrario, tiene planeado mantenerse lo más lejos que pueda de ella. Sin embargo, ella parece querer todo lo contrario.

Rixon tiene la certeza de que ella sabe que le atrae. 

Y por eso la odia aún más.

La odia pero la desea. 

Rixon está hecho un lío, empieza a hartarse de ser un hombre lobo, a veces piensa en hacer como su hermano.

¿Vampiros? ¿Y qué más? ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora