Ángel caído

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Laia frunció el ceño al oír ruidos fuera de la puerta, odiaba no saber que estaba pasando, odiaba no saber nada sobre Rixon y sobre todo odiaba estar encerrada.

Apoyó su espalda en la pared y miró al techo de la habitación, ¿por qué no podía tener una vida normal? Una vida en la que su mejor amigo no fuera un hombre lobo y donde una especie de brujos o locos maniáticos (Laia ya no sabía que pensar) la secuestrasen.

Laia se apartó con rapidez de la pared al escuchar como alguien abría la puerta a la fuerza.

Ante ella apareció un chico de 20 y algo de años, con el pelo negro como el de ella y unos ojos azules y brillantes. A Laia no pudo evitar recordarle a alguien, tal vez a ella misma en el aspecto físico.

-¿Quién eres? -preguntó Laia temerosa dando un paso atrás.

-Tranquila, he venido a sacarte de aquí. -la tranquilizó el desconocido, tenía una voz bonita.

-¿Cómo sé que no pretendes engañarme? -Laia lo miró con sospecha, una parte de ella deseaba salir corriendo detrás de ese desconocido y creer en sus palabras, pero otra parte de ella, la sensata y racional, le avisaba de que podía ser una trampa, de que podía ser uno de los malos.

El chico rodó los ojos, pero una sonrisa de lado apareció en su cara.

-Chica lista. -murmuró para sí mismo y la miró a los ojos. -Supongo que tengo que demostrarte de alguna manera que soy de fiar, ¿no?

-Eso estaría bien. -contestó Laia sin dejar de estar alerta.

El chico rio suavemente y se acercó a la puerta, sacó la mitad de su cuerpo de la habitación y llamó a alguien.

Lo siguiente que supo Laia fue que Elijah estaba delante de ella, despeinado y mirándola con los ojos muy abiertos, en busca de heridas o cualquier otra cosa.

Laia sintió el alivio inundando sus venas, incluso tenía ganas de llorar, pero se contuvo, se lanzó hacia Elijah que la recibió con los brazos abiertos y la apretó con fuerza contra su pecho.

-Ey, tranquila, ya estoy aquí. -le susurró Elijah al oído, depositando un suave beso en su cabeza.

Laia se aferró con fuerza a la camiseta del chico y apretó los ojos para no llorar, no podía derrumbarse, no aún.

-Tenemos que ayudarle. -sentenció Laia dejando de esconder su cabeza en el pecho de Elijah y mirándolo a los ojos. -Tenemos que sacar a Rixon de aquí.

Elijah miró sus ojos llorosos, tragó saliva y sonrió.

-Claro. -murmuró Elijah, pero antes de que Laia pudiera decir nada, todo se había vuelto negro y se cayó en brazos de Elijah, quien la cogió ágilmente y suspiró.

-Bueno, ya está. -dijo Ellen tirando la jeringa que había utilizado para pinchar a Laia. -El calmante durará unas horas, vámonos.

Anthony asintió con seriedad y salió del cuarto, siendo seguido por Ellen.

-Lo siento, Laia. -susurró Elijah con pesadez mientras elevaba su cuerpo en sus brazos. -Pero no podemos ayudar a Rixon, no podemos arriesgarnos.

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-Parece que vamos a tener que cambiar de casa... -dijo Edward con aire pensativo mientras cerraba su maletín y se giraba para mirar a Rixon, que seguía encadenado a la pared.

Estaba pálido, con ojeras marcadas debajo de sus ojos, el pelo le caía tristemente sobre la frente, tapando parte de su cara y su cuerpo estaba lleno de heridas, algunas ya cerradas gracias a su sangre de hombre lobo, pero otras aún recientes y sangrantes.

Aún así, con un aspecto tan frágil y enfermizo, Rixon mantenía su atractivo, como un ángel recién caído del cielo, golpeado y maltratado por un mundo al que no está acostumbrado, como si hubiera sido echado del cielo para ir a parar a las profundidades del mismísimo infierno. Y en parte, así era.

-Tranquilo, Xon. -dijo Edward elevando su cara con una mano para poder mirarlo a los ojos. Los ojos de Rixon estaban apagados y sin vida, miraban sin ver a Edward. -A donde vamos podré seguir tratándote igual de bien. -le sonrió siniestramente. -Tal vez incluso mejor.

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-Vale, chicos, esto es algo serio. -dijo Carter con cara de circunstancias -Rixon ha desaparecido y tenemos motivos para creer que no ha sido por elección propia.

-¿Y quién puede haber sido? -preguntó uno de los novatos, mientras el resto de la manada permanecía en silencio.

-Últimamente ha habido varios secuestros de hombres lobo...-en cuanto Carter habló la gente empezó a murmurar entre sí con preocupación. -¡Qué no cunda el pánico! ¡Silencio! -exclamó con fuerza y voz autoritaria, haciendo que todos volvieran a callarse. -No tenemos tiempo, tenemos que encontrarlo en seguida. Nos repartiremos por toda la ciudad, los buscaremos hasta debajo de las jodidas piedras si es necesario y lo encontraremos.

Elena frunció el ceño antes las palabras de su padre y miró con preocupación a Eric, que tenía semblante serio. Ambos estaban pensando lo mismo, cuando un hombre lobo desaparece, no suele volver. Y si lo hacen, nunca son los mismos.


¿Vampiros? ¿Y qué más? ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora