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—Daryl—
Vi cómo Addison sostiene a Judith entre sus brazos. Rick había salido junto a Jeffrey en una misión, y Carl hoy había decidido dormir hasta tarde.
Ella tenía su hermoso cabello rubio suelto, dejando que el sol le golpeaba directamente en la cara y los rayos brillasen contra ella. Tenía una camisa amarilla que resaltaba sus peculiares ojos verdes. Habíamos salido de nuestra celda y ahora estábamos sentados en el enorme patio lleno de verde que decoraba la prisión.
Judith balbucea, señalando una manzana que yace en un árbol manzano listo para ser recogido. Al verla, yo la arranco de la planta y tras limpiarla, le doy un largo mordisco, suspiro complacido, puesto que hacía tiempo que no teníamos la oportunidad de disfrutar de estos alimentos. Desde que Hershel le enseñó a Rick a sembrar tenemos más cosas, como peras, moras, fresas y claramente manzanas. Además de legumbres y otras cosas como cilantro.
Tras haber comido un poco de la manzana, le doy el resto a Addie, quien también le da un buen mordisco y me sonríe antes de guiñarme un ojo. La veo masticar con suavidad, y ya cuando logra pasar su pedazo, muerde de nuevo, pero no para comérselo ella, sino para poder darle el pedazo a Judith, quien claramente no podía comer por su cuenta todavía.
Las manos regordetas de Judith reciben el pedazo de manzana mordida, y se la lleva a la boca, balbucea mientras mastica contenta.
—¿Te gusta, princesa? —pregunta su tía, y en respuesta, la bebé se ríe mientras mastica—. Supongo que debemos agradecerle a papá cuando regrese ¿eh? Él es el que plantó todo esto a fin de cuentas, bebé.
Yo mientras tanto las vi en silencio; mordí mi pulgar con nerviosísimo mientras imágenes pasaban por mi mente con Addison y conmigo, sosteniendo a un bebé, que no era Judith, porque era el nuestro.
Días atrás había tenido un sueño. Sueño que jamás pensé que tendría. Addison y yo teníamos una vida normal, donde ella regresaba de un turno en el hospital. Yo trabajaba como un mecánico en Atlanta y regresaba más temprano que ella, lo que me daba tiempo de preparar el almuerzo y dejarlo listo en caso de que ella regresara. Pero si tenía turno de noche yo le dejaba la comida preparada para que ella pudiese llevársela al hospital, así era como funcionaba para nosotros, y era perfecto.
No vi los rostros con claridad, pero escuché varias risas cerca de mí, a la par de gritos, y nombres que escuché en el medio de dichos gritos. Alexandra, Caroline, Sophia, y Dale.
—¿Qué tanto nos miras? —pregunta Addison algo apenada, me encanta como ella se cohibía. Ella podía ser alguien quien, sí no está de mal genio, puede ser la mujer más bella y tierna del mundo, pero que sí se siente en peligro, o que si su familia se encuentra en peligro, puede ser la mujer más poderosa y valiente que jamás he visto.
