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Lo único que puedo decir, es que con el paso de los meses, fui enamorándome de lo que se siente al estar detrás de una motocicleta. Más aún con un conductor como lo era Daryl, pues a pesar de ir a toda velocidad, siempre tenía precaución y no era nada que me hiciese denominarlo un «suicida».
No se imaginan la cantidad de pacientes que pasaron por el ER gracias a las carreras clandestinas de motocicletas. En muchas ocasiones, las cirugías que debían hacerse en esos casos no eran de mi campo, puesto que mis colegas neurocirujanos y los cirujanos cardiotorácicos eran los que se encargaban de todo ello. Pero sí uno que otro paciente tenía que pasar por mis manos, cuando se trataba de una perforación de estómago, o una ruptura del bazo o algo parecido, como filtraciones intestinales, o incluso apendicectomías. De todo podía pasar en una sala de emergencias. Era una completa locura.
Uno de mis pocos defectos como persona, ni siquiera como cirujana, era mi manera de encariñarme con mis pacientes. Era demasiado —soy— empática, y mis sentimientos, y mi corazón jamás me dejaban hacer algo que estuviese en contra de mis pensamientos, y de mi moral, eso tendía a meterme en problemas. Aaron fue una de mis grandes consecuencias.
Tal vez, sólo tal vez ésa fue una de las razones por las cuales casi pierdo mi título como cirujana, ya que terminé dándolo todo por Aaron. Uno de mis pacientes más fieles y cercanos.
Aaron era todo lo contrario a un hombre que fuese adicto a las carreras clandestinas. Era un hombre correcto, que nunca se metía en problemas; de hecho lo único que hacía era meterse en la boca de lobos peligrosos, lobos que vivían en países que viven en conflicto todos los días. Él trabajaba con la ONU, y cada vez que él venía al Grady Memorial, era porque alguien en Irak, Egipto, o Siria le habían hecho algo que en una que otra ocasión, era de vida o muerte.
No digo que estoy orgullosa de haber hecho aquello, por supuesto que no; pero el haberlo hecho terminó salvando su vida, de otra manera Aaron a esas alturas estaría muerto dentro de pocos días. Nadie supo de aquello, además de mis colegas y el jefe de cirugía, claro está. Pero me refiero a mi familia.
Ni mis padres, ni mis hermanos jamás supieron de la ilegalidad que cometí. A mis padres no se los comenté porque bueno, ellos ya eran personas mayores y enterarse qué tal vez yo podría ir a la cárcel tal vez no era lo mejor para su salud, y a mis hermanos...bueno, no quería que me viesen con decepción.
Gracias al cielo logré salir del embrollo en el que me metí. Aaron me ayudó, moviendo influencias, pero gracias a eso jamás lo volví a ver, porque fueron compañeros de él y sus superiores los que le advirtieron que no podía volver a verme en el Grady Memorial.
