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Decir que me encontraba cómoda al dormir en el suelo no es más que una enorme mentira. Está más que claro que extrañaba todo lo que era antes; incluso dormir en las incómodas camas del hospital en el que trabajaba era muchísimo mejor a dormir literalmente sólo con unas cuantas mantas, en el suelo, y con una tienda que nos cubriera. Sin embargo, estaba dispuesta a soportar todo aquello, sólo con el objetivo de mantener a mi familia y a mí misma a salvo.
William Davis, colega y mejor amigo mío del Grady Memorial, se encontraba con Glenn Rhee; ellos fueron los dos hombres que me encontraron en aquella tienda en Atlanta. Y aunque en un inicio temía por mí misma, porque pudiesen lastimarme, Will supo hacerme saber que jamás podrían hacer una cosa como aquella, mucho menos cuando él me conocía. Habló con Glenn y los dos no dudaron en traerme con ellos para aquel campamento a las afueras de la ciudad en el que habían estado los últimos días desde la caída de Atlanta.
Tuve que acostumbrarse a convivir con no sólo personas que ni conocía, sino también con gente que no compartía por lo menos la mitad de las cosas que hacía. Lo único que me hizo mantenerme en aquel campamento, fue el haberme encontrado con mi familia. Carl y Lori estaban en aquel campamento, recuerdo que no podía dejar de llorar la primera vez que los vi, donde los tres nos fundimos en un abrazo.
-Rick no lo logró, -Lori me había dicho, cuando Carl estaba con otros niños del lugar y no estaba escuchando-. Me dijeron que iban a evacuar a los pacientes pero...-los ojos cafés de la ahora viuda Lori Grimes mostraban su alma hecha pedazos por aquel acontecimiento.
-Jamás llegaron, -asentí, dejando caer las lágrimas también. Adoraba a Lori, la quería como si fuese una hermana, siempre amó como a mi hermano la quería y protegía-, a mí también me informaron aquello, pensé que sí llegarían los pacientes y que tendría la oportunidad de atenderlo de nuevo. Pero a los pocos días llegaron los militares y todo se fue a la mierda. Lo siento tanto, Lori...
-Lo siento por ambas. Lo siento por mi hijo, -su voz se entrecortó-. Llora todas las noches recordándolo. Me rompe el corazón.
Habían pasado casi dos semanas desde aquello. En esos catorce días me había propuesto acercarse un poco más a las personas de aquel campamento. Conocí a Carol, y a su hermosa hija Sophia; por más que quisiese evitar pensar que ella y su pequeña sufrían de maltrato por parte de su inepto esposo Ed, sería una estúpida si no lo creyera, sabía que él las maltrataba, y por más que quisiese hacer algo al respecto, no podía interferir en algo como aquello. Se hizo amiga de Carol, de Sophia, logré congeniar más con Amy que con su hermana Andrea, y por supuesto, el hecho de que el gran amigo de mi hermano Shane Walsh también se encontrase allí también ayudaba a que mi confianza fuese construyéndose con el paso de los días.
Hoy me había levantado gracias al asqueroso calor. Cualquier persona que viviese en Georgia sabe lo que realmente es que el sol pegue tan fuerte incluso desde la mañana; tras colocarme el mismo pantalón que había utilizado ayer, (porque sí, todavía no me cambiaría de ropa). Recogí mi espada, conjunto con un par de cuchillos que Shane y Dale me habían regalado el primer día que llegué al campamento que me puse en el cinturón a cada lado de mis caderas; ya tras haberme equipado lo suficiente, salí de la tienda que compartía con Lori y Carl.
